Unforgettable
Magnífica canción de Nat King Cole, que luego versionó su hija para hacerla aún más bella. Pero no voy a hablar de música, sino de que esta canción es una excelente banda sonora para mi fin de semana, que ya se puede calificar así.
Se dice que todos los santos tienen octava, pues también los cumpleaños. Ayer acudí a una cita que tenía concertada con mi querida prima y ahijada y, oh maravilla, me encontré a toda mi familia esperándome, apiñados y escondidos en un rincón estratégicamente situado en el salón de su casa, disfrazados para la ocasión. A la voz de "¡¡¡Sorpresaaaaa!!!" sonó el inconfundible y desafinado "Cumpleaños feliz" (canción que sólo suena bien cuando desafina todo el mundo). No me esperaba semejante despliegue de medios, la verdad. Habían preparado hasta un photo-call para que nos hiciésemos fotos todos con todos. Banda a lo miss, con el letrero "Happy 50th birthday to me", puesta con todos los honores por mi preciosa sobrina, allá que me coloqué para posar en diferentes formas y con todos en grupos y por separado; y espero que no cuelguen las fotos en facebook, porque son de traca.
Hicimos el ganso -yo, la primera- como nunca antes lo habíamos hecho y es que la familia tiene esas cosas: si en las fiestas "oficiales" como la Navidad siempre se teme la salida de tono de algún pariente más o menos lejano, en estas celebraciones "voluntarias" reinan la armonía, las demostraciones de cariño, la risa y lo mejor de cada uno de los que se reúnen allí.
Me decía mi amiga del alma por facebook que quería celebrar todos los días mi 50 cumpleaños, pues a mí me está saliendo solo, porque ya llevo dos fiestas y voy a por la tercera, porque, sin saber lo que me tenían preparado, ya había quedado yo para comer hoy, día familiar por excelencia, con mis padres y mi hermano que "casualmente" venía por aquí con su familia para vernos.
Casualidades, de esas que revelan claramente lo que oí una vez de una amiga, que casualidad es la firma que Dios pone cuando no quiere que sepamos que ha sido cosa suya.
Se dice que todos los santos tienen octava, pues también los cumpleaños. Ayer acudí a una cita que tenía concertada con mi querida prima y ahijada y, oh maravilla, me encontré a toda mi familia esperándome, apiñados y escondidos en un rincón estratégicamente situado en el salón de su casa, disfrazados para la ocasión. A la voz de "¡¡¡Sorpresaaaaa!!!" sonó el inconfundible y desafinado "Cumpleaños feliz" (canción que sólo suena bien cuando desafina todo el mundo). No me esperaba semejante despliegue de medios, la verdad. Habían preparado hasta un photo-call para que nos hiciésemos fotos todos con todos. Banda a lo miss, con el letrero "Happy 50th birthday to me", puesta con todos los honores por mi preciosa sobrina, allá que me coloqué para posar en diferentes formas y con todos en grupos y por separado; y espero que no cuelguen las fotos en facebook, porque son de traca.
Hicimos el ganso -yo, la primera- como nunca antes lo habíamos hecho y es que la familia tiene esas cosas: si en las fiestas "oficiales" como la Navidad siempre se teme la salida de tono de algún pariente más o menos lejano, en estas celebraciones "voluntarias" reinan la armonía, las demostraciones de cariño, la risa y lo mejor de cada uno de los que se reúnen allí.
Me decía mi amiga del alma por facebook que quería celebrar todos los días mi 50 cumpleaños, pues a mí me está saliendo solo, porque ya llevo dos fiestas y voy a por la tercera, porque, sin saber lo que me tenían preparado, ya había quedado yo para comer hoy, día familiar por excelencia, con mis padres y mi hermano que "casualmente" venía por aquí con su familia para vernos.
Casualidades, de esas que revelan claramente lo que oí una vez de una amiga, que casualidad es la firma que Dios pone cuando no quiere que sepamos que ha sido cosa suya.
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