What I'm looking for
Creía que sí lo había encontrado, pero hoy no estoy tan segura de ello. Llevo muchos años con la firme convicción de que ya no debía seguir buscando, que ya lo tenía todo, pero en este día declaro y confieso mi craso error. Como el gran Bono cantaba, aún no he encontrado lo que estoy buscando.
La razón es muy simple y la tenía tan delante de los ojos
que ni la veía, no era capaz de ver el bosque porque los árboles me lo estaban
ocultando… Tan lista y tan torpe algunas veces, que ni siquiera me doy cuenta
de las lecciones que me da mi Padre Dios a través de los golpes que la vida me
asesta. Esta vez ha sido un buen trastazo, de esos que no solo hacen daño, sino
que dejan marca. Y esta será para siempre.
La letra de la canción de U2, como el nombre del mismo
grupo, me han abierto los ojos como platos. El grupo, leído en inglés,
significa “tú también”, como dijo Julio César según la tradición histórica a su
hijo adoptivo Bruto (de nombre y de hechuras), cuando le estaba asesinando en
aquellos fatídicos Idus de marzo. Yo también he caído hoy, muchos años después,
tanto en el nombre del grupo como en el contenido de esa bella canción de
alguien que va buscando -no dice qué- y que todavía no lo ha encontrado, aunque
ha visitado numerosos lugares y no menos personas, pero aún no he encontrado lo
que estoy buscando.
Pero el hecho de no encontrarlo no implica que cese en mi
búsqueda, que tire la toalla, porque esas palabras no existen en mi
vocabulario. En primer lugar, porque no estoy sola en mi eterno camino de
búsqueda; sí, ya sé que jamás voy a encontrar lo que estoy buscando, no en esta
vida, porque de eso se trata, de caminar, de adentrarme en lo profundo del
bosque, donde los árboles tapan el cielo y el aire se vuelve recio y rancio en
algunos lugares. Seguir andando, caminando, subiendo montañas, como dice la
canción, pero también cruzando ríos, siguiendo corrientes hasta encontrar mis
sueños, como canta otra canción mucho más positiva y antigua: escala cada
montaña, sigue cada arroyo… Sí, esa es mi vocación: caminar, caminar descalza
hasta llegar a la meta que no sé dónde está, pero que sí sé que la encontraré el último
día que mis pies pisen el suelo, porque ese día será cuando los levante para no
volver a bajarlos más, porque seré llevada a esa otra vida, la que nunca se acaba,
donde mis lágrimas serán del más profundo e infinito gozo que jamás pueda
imaginarse, porque estaré viéndole cara a cara, como siempre he deseado desde
lo más profundo de mi corazón, ese que está lleno a rebosar de su Gracia y que
por eso ya es irrompible, a pesar de las cicatrices y de las numerosas veces
que lo han destrozado sin piedad ninguna. Dios lo recompuso con su pura Gracia
y ahora luce orgulloso sus remiendos divinos.
Aún no he encontrado lo que estoy buscando, pero no por eso
dejo de disfrutar de este maravilloso viaje que Dios me ha regalado un día más.
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