Domingo y vacaciones

Casi diez grados menos que ayer y mis neuronas de nuevo se han conectado sin interferencias. Es oficial: el calor me atonta de una manera insultante hasta conseguir hacer de mí una cosa con ojos, que sobrevive como puede y gracias al aire acondicionado, que tampoco da para mucho con las temperaturas que hemos tenido y con el sol azotando con toda su saña el motor.

En fin, que hoy es domingo, 27 de agosto de 2023, último de mi periodo vacacional. Dios mediante, el próximo miércoles me reincorporaré al despacho, para iniciar otro nuevo año de trabajo y aventuras en el indescriptible mundo del derecho canónico. Será este el primero que comience desde la posesión de la licenciatura: se han terminado los exámenes (laus Deo!!) y ahora vuelvo a mi lugar de siempre. He de agradecer a Dios la posición privilegiada que es esta licenciatura en las espaldas, más toda la experiencia acumulada en mis veinticuatro años trabajando en un tribunal eclesiástico, y los que aún me queden por voluntad del Señor.

No obstante, aún no se han terminado mis vacaciones: es domingo, Día del Señor, que me ha regalado una temperatura realmente envidiable y un viento que se cuela por todas y cada una de las ventanas de mi casa, abiertas de par en par con el fin de enfriarla todo lo posible y que baje la canícula acumulada en estos días de agosto. Voy a disfrutar la música que escucho mientras escribo, el hecho en sí mismo de estar a las teclas una vez más, con la firme voluntad (determinada determinación la llamaba Santa Teresa de Jesús) de retomar mi vocación de escritora para ser una vez más esa profetisa en que me convirtió el bautismo, esa que habla por Dios para lanzar de nuevo al mundo la inmensa maravilla que es ser consciente de mi filiación divina, de tener muy claro, cristalino, que cada día es para vivirlo por, para y con Dios, de manera que seamos testigos de su Amor Absoluto e Infinito por todas y cada una de sus criaturas, incluso aquellas que no le conocen o, lo que es peor y más daño le hace, niegan conocerle. Desde ahora mismo le ruego precisamente por estas últimas, para que no se lo tenga en cuenta y les ayude a cambiar esa actitud, probablemente provocada por una mala experiencia con alguien que se decía ser cristiano pero solo de nombre. El Señor no tiene la culpa de lo que hagan los seres humanos, porque a todos nos ha hecho libres y cada uno, con su libertad, hace lo que le viene en gana, con y sin Dios.

Es Domingo, día del Señor. Bendito sea hoy y siempre. Una última petición: por favor, mantén esta temperatura hasta que llegue noviembre, si puede ser. Pero hágase siempre tu voluntad, no la mía. Ya sabes que yo solo hago sugerencias: Tú eres quien conoce qué es lo mejor para mí, para el mundo entero. Fiat.

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