Resistance is futile

Lo confieso (otro vicio más que sale a la luz), soy trekkie, adoro Star Trek desde que la conocí en su primera versión, sí, la de William Shatner, con esos escenarios neutros de fondos negros y esos ululantes cafés salidos de los replicadores de alimentos. Supongo que es ese gusto por lo inexplorado y desconocido, por conocer qué hay más allá de nosotros, ese lugar ignoto que nos supera y al tiempo nos seduce, atrayéndonos hacia él, lo que me apasiona desde mi más tierna infancia.

El verano de calor se ha visto suavizado por la emisión de la saga casi completa de las series, desde la primera hasta las últimas producidas, que son la precuela de toda la idea. Me decanto por “Espacio profundo nueve”. Me gustó desde que la estrenaron y ha sido todo un redescubrimiento el poder disfrutar las siete temporadas este verano; emocionante hasta las lágrimas el episodio final con esa preciosa versión de “The way you look tonight” que ponía el broche de oro a los episodios en la estación espacial.

Pero a lo que voy. Acabo de ver un episodio de VOY (Star Trek: Voyager, para quienes no lo conozcan) que me ha dejado pensando. Es el segundo de la sexta temporada, titulado en castellano “Instinto de supervivencia”, y el tema no puede estar más de actualidad. Os pongo en antecedentes: una de las especies más mortíferas, depredadoras y terribles de todo el universo Star Trek son los “Borg”, una mezcla de seres vivos y máquinas, con una conciencia única que, al modo de una colmena, solo obedecen a la reina y cuya única función es servir al colectivo (estremece oírlos hablar como una sola voz con muchos matices y timbres diferentes a la vez). Son absolutamente letales para quien se los encuentra porque, en el caso de que encuentren algo que les interese, la especie será “asimilada” como dicen ellos, de modo que les insertarán piezas y componentes electrónicos, e incorporarán al colectivo toda la cultura, modos y maneras para enriquecimiento y “perfeccionamiento” de la colmena. Solo existe una conciencia: la del colectivo; solo existe un modo de conducirse y de trabajar: el del colectivo; solo existe la función que el colectivo asigna a cada una de las matrices que van insertando en los drones (así se llaman a los individuos que son asimilados al colectivo), de forma que se llaman “uno de uno; dos de uno; tres de uno, y así sucesivamente). La frase con la que se anuncian cuando van a absorber a una nave o a un planeta es: “Somos Borg. Preparaos para ser asimilados. La resistencia es fútil.” El procedimiento es simple: abordar la nave, matar a quienes se resisten y al resto convertirlos en drones en cuestión de minutos.

En el episodio de hoy, tres drones que sobrevivieron a un accidente de una nave Borg en un planeta están luchando por recuperar su propia individualidad, pero no pueden hacerlo porque sus mentes están interconectadas y lo que piensa uno, inmediatamente lo conocen los demás. No tienen la más mínima privacidad y es una tortura para ellos. Tras diversas peripecias en el episodio, al final se plantea esta disyuntiva: si les convierten en individuos, deshaciendo las conexiones mentales, sus vidas se acortarán, pues también la conexión les permite mantenerse vivos. Si los devuelven al colectivo Borg, podrán sobrevivir aunque volverán a convertirse en drones sin personalidad. ¿Qué deciden?

Me ha recordado mucho al mundo en que vivimos, donde nos dictan las noticias que hay que creer, el modo en que hay que vestir, pensar, escribir o publicar en redes sociales, siempre controladas por esas “reinas” que dictan a la conciencia colectiva lo que hay que hacer, pensar, decir, vestir, con quién acostarse, salir o entrar. Resulta que, igual que en Star Trek, somos un mundo Borg, aunque sin implantes cibernéticos visibles (aunque, ver a todo el mundo con el móvil en la mano podría casi considerarse así). Acatamos sumisamente todos los dictados de lo políticamente correcto y condenamos todo lo que se nos dice que hay que condenar, bajo la amenaza de que no existe vida fuera de esa matriz (Matrix, otra gran metáfora de nuestros días) que nos alimenta y dicta el pensamiento único que se está adueñando del mundo.

Personalmente, también fui Borg un tiempo. Pero ya no. Desconozco el que me quede en esta vida, pero, sea el que sea, no estaré conectada a una matriz de pensamiento, conocimiento y conducta. “¡Soy un individuo!”, gritaba uno de los borgs desconectados, y bien poco le importaba el tiempo que estaría vivo, que, sin duda, sería mucho mejor que el que podría sobrevivir siendo un dron más unido al colectivo. Exactamente lo mismo grito yo desde las teclas: Soy una persona, única e irrepetible, con todo lo bueno y todo lo malo que ello implica, y así seguiré hasta el final de mis días.

Interesantes los planteamientos que se traslucen en los guiones de VOY; confieso que me está encantando y que en casi todos los episodios me da mucho que pensar. Seguiremos informando.

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