Absolutez

Ese título es lo más parecido a lo que ahora mismo surca los mares de mi corazón: la absoluta "absolutez" de quien se siente plenamente amada, aceptada, mimada y querida como es, sin añadidos y sin quitarme nada. ¡¡¡Me ama!!!

Y no solo eso, me ha salvado de mí misma, del encierro en lo más lóbrego y oscuro de la culpa que pesa sobre el corazón de quien se reconoce pecador, torpe, inútil y desastre, mejor dicho, capitán general del ejército de los desastres absolutos. ¡¡¡Me ama!!!

Y, además, me eleva sobre el infinito, me enseña a desplegar mis alas y a surcar el universo entero con su sola mirada, con esos ojos que me taladraron la primera vez que le vi y que me siguen llegando a lo más hondo. Es mi profesor de altos y bajos vuelos, el que me lleva de la mano y vela para que no tropiece, mostrándome los obstáculos; pero no siempre le sale bien la clase -soy una mala alumna, lo confieso- y termino en el suelo tantas veces que parece que vivo allí. Desde su estatura (no sé si lo he dicho, es bastante más alto que yo), me mira, se ríe y mueve la cabeza en un hábil campaneo de "no-tienes-remedio", mientras tira de mi mano para ponerme una vez más en pie. No sé si lo he dicho antes: ¡¡¡Me ama!!!

Estos días de Semana Santa me han servido como no recordaba. Me han traído a la memoria lágrimas, muchas lágrimas, con oscuridades antiguas y recientes, que se han puesto delante de mí para intentar reírse de mí en el espejo. Inseguridades viejas, vestidas de harapos y como muertos salidos de sus tumbas, intentando asustarme, amedrentarme y dar un paso atrás. Pero no sabían que la muerte hace años que ya no produce en mí el efecto de pánico que en otras personas. No, no temo a la muerte (tampoco tengo prisa por probar de qué va eso), porque sé que forma parte de la vida terrena como esa cruz de la moneda que le da valor a la cara. Algún día llegará, pero mientras tanto, toca sacarle todo el jugo a mis talentos, a mi vida y a mi vocación sobre la tierra.

Nací para amar y ser amada. Lo segundo es lo que mueve mi vida: saber que ¿adivinas? ¡¡¡Me ama!!!, es lo que me da energía para levantarme cada mañana, ponerme en movimiento desde el primer minuto, ese que a veces dura más de lo necesario para dar el salto de la cama. Mi último pensamiento al acostarme es un "te quiero", y en la mañana también nos decimos que nos queremos y le regalo todo lo bueno que sale en cada día, porque es gracias a Él que salen bien las cosas; ya se ocupa el Capitán Desastre (o sea, la menda) de meter la pata y conseguir que las cosas no salgan según el plan A, y, siempre, tiene que venir Él con el plan B al rescate.

Vivo amando y siendo amada. Nos queremos desde que le conocí, porque Él ya me amaba antes de venir yo a este bendito mundo, cuando solo era un sueño de Dios Padre. Me hizo tal y como soy, y la vida se encargó de irme modelando para quedar convertida en la mujer que soy ahora mismo (mañana ya seré diferente). Le quiero. Sí. Es mi realidad. Le amo con todo lo que tengo, que no es demasiado, pero tampoco Él me pide nada extraño: que le deje entrar en mi vida, quedarse a vivir conmigo y ayudarle en su plan de salvar al mundo entero. ¿Un plan loco? Por supuesto, ¿desde cuándo hay que estar cuerdo para ser cristiano y empeñarse en que el mundo cambie?

Heri omnia cantabilia cecini, tenía que soltarlo en latín o me daba algo. Digo que anoche canté todo lo que se podía cantar, en la gran Vigilia Pascual, en la que celebramos la Resurrección de Cristo, la Luz inundó mi preciosa parroquia, que estaba llena, y todos cantamos a pleno pulmón aquello de dónde está la muerte, dónde su victoria, y otras cuantas más. Fue una experiencia de comunidad como no recuerdo haber vivido en los últimos años. No tengo con qué dar gracias a Dios por haberme permitido formar parte de esta mi comunidad. 

No sé si lo he dicho ya, pero soy feliz. Plena y absolutamente feliz porque, una vez más, confieso que estoy loca, profunda y absolutamente enamorada de quien es el Amor Absoluto en persona, que no sólo me amó primero, sino que se entregó, no solo para salvarme de morir, sino para ponerme un piso allá donde ahora vive Él. Ah, ¡¡¡y me ama!!!


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