La sombra

La sombra de tu sonrisa es lo que permanece después de haberte marchado, canta una hermosa canción. Esa es la sensación que, lenta y pausadamente, se va adueñando de mi corazón humano, fruto de la certeza real y absoluta de que, en poco menos de cuarenta y ocho horas, abandonaré mi segundo hogar, la ciudad donde soy plenamente feliz, donde me encuentro aceptada, querida y añorada cuando falto. Sí, todo llega, incluso aquello que menos nos apetece, aquello a lo que tenemos miedo porque implica renunciar a algo que nos duele, y mucho.

Se han terminado los exámenes y casi la primera semana de clases y de presencia “obligatoria” en mi amada Universidad Pontificia de Salamanca, donde de nuevo me encontré con mi perdida vocación de estudiante eterna, siempre ansiosa por conocer todo aquello que pasa por delante de mis ojos, esos inquietos ojos que se abrieron al mundo hace tantos años y que aún conservan el brillo de la niña que no para de preguntar a su padre los porqués, los cómos y tantas cosas más. ¿Recuerdas, papá?

Ahora, mucho tiempo después, cuando los estudios recién comenzados ya se encaminan hacia su fase final, es tiempo de hacer un pequeño balance de la mitad del camino, aunque, en realidad, ya son dos tercios, porque hubo dos años primigenios y de sufrimiento inicial hasta conseguir el llamado “hábito de estudio”. Hábito de estudio; el hábito es aquello que se tiene (habere en latín significa poseer, si no, ¿por qué se llama en el banco “haber” al dinero que está en la cuenta?), y los hábitos pueden ser buenos (y terminar siendo virtudes) o malos (que devienen en vicios). En este caso, los hábitos son todos buenos, buenísimos: no sólo el estudiar, sino el investigar es un nuevo encargo dentro de mi oficio de aprender: buscar artículos, libros, que amplíen el conocimiento de determinadas instituciones, y, sobre todo, las fuentes, los orígenes de aquello que estoy estudiando ahora, por dónde vinieron y a quién se le ocurrió crear tal o cual norma, en qué circunstancias se gestó y llevó a cabo. Junto a ese hábito académico, el de conocer personas, interesarme por ellas y ampliar horizontes también descubriendo esta hermosa ciudad.

También he comenzado un nuevo mes en Salamanca. Llegué a mediados de enero y me iré, si Dios quiere, a primeros de febrero. Hace un par de días me preguntaban si no echaba yo de menos mi casa y mi ciudad natal. Por supuesto que me acuerdo todos los días de mi familia y de mi precioso hogar, donde puedo sentarme tranquilamente a investigar, leer, estudiar, cocinar con esa música de fondo que siempre anda rondándome y, cómo no, bailar siempre que tercia y se puede. Y hoy, vive Dios, tengo muchos motivos para hacerlo como jamás lo había hecho antes. Están saliendo los resultados de los exámenes y es mi obligación dar las mayores gracias a Dios por su ayuda, porque es todo mérito suyo (non nobis, Domine, non nobis) y yo soy tan sólo un torpe instrumento en sus manos.

Hoy, además, hemos tenido la fiesta de nuestro querido patrón, S. Raimundo de Peñafort porque, como no pudimos celebrarla en su día propio, se ha trasladado a esta mañana: una Eucaristía compartida por profesores y alumnos, y una ponencia después sobre un interesante tema de Derecho Canónico. Al salir, quedada para comer y grata sorpresa por la compañía y las risas compartidas, que siempre son lo mejor para estrechar lazos. Por la tarde hemos vuelto a las clases y mañana terminaremos con las de la semana. Por la tarde tocará recoger bártulos y ver cómo los volvemos a colocar en ese tetris imposible que es mi maleta, pero todo se andará y todavía es hoy; a cada día le sobra con su propio afán, y hoy no será menos, porque aún no se ha terminado. Aún queda la tarde-noche, que no sé cómo acabará, pero seguro que mejor que bien.

De nuevo toca dar gracias a mi Padre del Cielo, siempre bendiciéndome y regalándome día tras día, entregando su Amor absoluto por mí sin reservas y sin cortedad alguna. Sé que jamás podré corresponder a tanta gracia; también sé que Él no me lo va a pedir, que se conforma con mi corazón abierto de par y en paz para que se haga en mí según su voluntad.

Comentarios

Entradas populares