Instantes

Todo depende de ellos y sin ellos nada importante tiene lugar. Se trata de esos momentos en que es todo o nada, segundos en los que se decide un futuro, un amor o la vida entera. Hace un par de instantes estaba totalmente inspirada para ponerme a las teclas; una distracción en forma de problema informático y todo se volatilizó, desapareció la emoción, la sensación y la inspiración. Un momento y, puf, como si nada hubiera sucedido.

Pero sé que no es así, que sentir tu abrazo fue real, que estabas a mi lado justo desde la primera nota del piano de la Sweeten, desde que se inició mi ordenador y comenzó esta mi oración a distancia, donde no hay libreta ni bolígrafo, sino un portátil que lleva dentro mi vida entera y Tú, siempre Tú.

Hoy he comenzado los exámenes, como bien sabes; te has encargado de quitarme el primer peso de encima en forma de cambio de modalidad de pruebas, no ha sido nada difícil y, además, he tenido tiempo de hacer lo que, teóricamente, estaba pensado para esta tarde. Tú sabes más, siempre lo sabes todo y lo tienes en cuenta todo, como perfecto Dios que eres, como perfecto conocedor de mi ayer, mi hoy y mi mañana, como perfecto Padre que me mima una y mil veces.

Estoy en el ecuador de estos penúltimos estudios. Sí, digo bien: penúltimos, porque yo pensé que los de 1988 eran los últimos exámenes de mi vida, y mira dónde me veo ahora mismo, treinta y cuatro años después. En apenas nueve años has volcado mi vida, la has puesto patas arriba, me has dejado casi sin nada de lo que tenía y, aun así, me sigue sobrando muchísimo de lo que tengo; en realidad, me sobra casi todo. Contigo ya tengo mucho más de lo que necesito; solo Tú eres capaz de llenar mi mundo, de vestirlo y decorarlo con aquello que sabes que me gusta y, además, me lo regalas con lazo rojo y todo. Todo me sobra sin Ti y nada me falta contigo.

Así son las cosas, así es esta vida mía en la que cada canción que escucho es directamente dedicada a Ti, si no porque la letra es una declaración de rendido amor eterno, porque es una completa acción de gracias por ese regalo tuyo llamado música. No encuentro nunca la manera de agradecerte lo que me das, menos aún la de corresponderte en ese amor que derramas continuamente sobre mí. Me has enseñado a leer tu escritura en cada acontecimiento que ocurre en mi vida, en las cosas más simples, en los detalles más pequeños; te encanta esconderte en la sencillez de la vida diaria, y me has llamado a ser laica, seglar, una más en este maravilloso y bendito mundo que te dio por crear, porque se te derramaba el amor y en algo tenías que emplearlo. Sí, mi lugar es el mundo, pero no pertenezco a él; no pertenezco a nadie, ni siquiera a mí misma. Soy de Ti. Porque sí. Porque te dio un día la gana de declararme tu Amor absoluto, y no me pude negar a esos ojos, a ese corazón partido en dos por mí y para mí, a tu manera de comprender al mundo y a sus gentes, a los prójimos que van andando por ahí y que necesitan verte y comprenderte. Y aparecí yo. Y decidí colaborar contigo (que no ayudarte, porque, entre otras cosas, no necesitas ayuda de nadie, que para eso eres Dios), ponerme a trabajar la parcela que me asignaste en esa hermosa Iglesia tuya y nuestra.

Dar gracias es algo que me encanta hacer, porque todo es gracia, regalo, presente, don tuyo para la humanidad en conjunto y para los humanos uno por uno. Ojalá tuviera la manera de hacerlo como de verdad me gustaría, pero la inteligencia no me da para poder descubrir el modo; a ver si tu Espíritu Santo encuentra la manera de explicármelo y yo, de entenderlo y ponerlo en práctica.

He de volver al trabajo, a preparar exámenes, que para eso estoy en esta hermosa ciudad y en estos días, que son una rara mezcla de agotadora tarea y de descanso laboral. Otra más de tus peculiares mezclas de colores, por eso me encantas como decorador. Mi vida la estás dejando de lujo.

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