Pestañas
Sí, hasta ellas me duelen hoy. De hecho, casi no puedo abrir
los ojos cuando apenas son las ocho y cuarto de la tarde, mientras el piano de
David Osborne llena mi mareada mente y consigue que la sonrisa se abra camino
entre el cansancio que hoy puebla mi tarde. Están siendo días intensos, sobre
todo cuando me toca escuchar almas rotas, sentimientos de culpabilidad y
complejos de diverso tipo. Qué complicado es el ser humano, qué capacidad tiene
para hacer difícil lo realmente simple y con qué facilidad se pone trabas él
solo en su propio camino.
Ahora mismo suena una belleza de canción, con una letra que
es casi más verdad que el pan: “Cuando me enamore, será para siempre / cuando
entregue mi corazón lo haré del todo, o no lo haré”. Nat King Cole tiene una
preciosa versión, y también su hija Natalie, que aconsejo desde ya que se escuche
con atención, o con subtítulos, según el nivel de inglés del que la escuche. En
la letra, entre otras cosas, habla de este mundo de locos, de “abandonadores”
profesionales, que desisten a la primera contrariedad.
No le quito razón al autor de la canción, es más, lo
corroboro al ciento por ciento. El amor de verdad es una rara avis, algo
con lo que muchas personas sueñan y que, paradójicamente, son incapaces de
distinguir cuando lo tienen delante de sus propias narices. Es un poco como el
quidditch, ese deporte que practica Harry Potter: hay que encontrar la dorada
snitch, una bola diminuta y con alas, que corre que se las pela y detrás de la
cual el “buscador” se pasa todo el partido volando en su escoba. Con el amor
humano ocurre algo parecido, toda la vida persiguiendo, ansiando y buscándolo
cuando, a veces, ha vivido a nuestro lado durante años y no nos hemos dado ni
cuenta de que esa persona tan genial, con la que hemos compartido tantos ratos
buenos y malos, esa que siempre estaba dispuesta para salir a tomar algo o para
sentarse en silencio a nuestro lado, resulta que era, como dicen las películas
americanas, “the one and only”. Y, para terminar el melodrama, cuando nos
percatamos de quién es, ya es tarde y hace mucho que ese tren pasó sin que
ninguno de los dos se subiera a él.
Sin embargo, existe un Amor que siempre está esperando a que
llegue ese momento de encontrarse de frente contigo, sí, contigo que estás
leyendo esto. Está sentado, esperando a que un día por fin quieras pasar un
rato con él y, como dice una querida amiga mía, te “pongas a tiro” de sus ojos.
Ay de ti cuando los veas, porque se clavan en lo más profundo del alma y allí
se quedan; aunque un día te canses y le des la espalda porque piensas que ya
está bien, que eso de ir contracorriente en el mundo de hoy es muy trabajoso y
tiene pocas recompensas tangibles. Él seguirá allí, a tu lado, callado y sin
dejarse ver; tú, sigue a tu bola, a tus cosas, a tus intereses, buscando
felicidades pasajeras, cada vez menos efectivas y más decepcionantes. Sólo has
de mirar dentro de ti, que es donde Él fue sembrado hace tantos años como
tienes, si tus padres decidieron llevarte a bautizar: ese increíble día, Él se
quedó en ti. Después, vino la vida y los cacharros se fueron amontonando sobre
Él, de forma que apenas se podía ver -pero allí estaba y seguirá siempre-. Si
no le haces caso jamás, el día en que tú abandones este mundo, también se irá,
pero sin ti, porque es mucho más respetuoso contigo que tú con Él y no hará
nada sin tu permiso.
Hace muchos años que decidí dejarle tomar posesión de mi existencia entera. Fue la mejor decisión jamás tomada por mí. Mi vida con Él es Vida con mayúsculas, Felicidad con “f” de fe, de fidelidad y de forever. Sí, el Amor existe y tiene nombre: Cristo. Déjale entrar en tu vida y habla con Él sobre lo que te pasa, tus inquietudes, necesidades, penas y alegrías. No te va a quitar nada sino todo lo contrario. Te lo va a dar todo, y gratis. No tienes nada que perder por entrar a una iglesia y sentarte un rato, mirando al Sagrario; como poco, conseguirás parar en tu carrera diaria y saldrás con una serenidad que no tenías al entrar. Pruébalo, no dejes que te lo cuente yo; experimenta por ti mismo el mayor amor conocido por el ser humano: el Amor absoluto e incondicional de quien se dejó matar para evitar que nosotros tuviésemos que pagar un precio imposible para redimir todo el mal que existe en el mundo porque no nos da la gana de hacer el bien.
Comentarios
Publicar un comentario