Efímera

 Así se puede calificar una de las más maravillosas invenciones de Dios: la música. Con toda su belleza, emoción e intensidad, en el caso de las canciones, ese universo dura apenas tres o cuatro minutos; aunque se trate de una ópera de varias horas, transcurridas estas, también se acabó. Y sólo quedan los ecos de aquello que sentimos, de las emociones que las voces o los instrumentos arrancaron de nuestro corazón o, también, de nuestros ojos, que no pudieron resistirse a derramar lágrimas de emoción.

La vida es también una canción, con muchas estrofas, a veces demasiados estribillos que se repiten, y con un final que dejará los ecos en quienes nos conocieron. ¿Cuál es la melodía del corazón? ¿Qué canción está sonando ahora mismo en mi vida? ¿Balada “de baldosa”? ¿Rock duro? ¿Swing?

Distintos acordes consiguen componer esta bella pieza vital, muchas veces con temas conocidos, como el que ahora mismo llega a mis oídos y a mi corazón, “Night and day”: una de mis favoritas, porque puedo aplicarla a muchos momentos vividos y por vivir aún. Incluso, si nos ponemos, puede servirme para hablar con mi One and Only: Noche y día eres el único, sólo tú, más allá de la luna y bajo el sol, en el ruido del tráfico o en mi solitaria habitación, no importa lo lejos que estés, día y noche eres tú el único, y el ansia que me quema por dentro no se detendrá hasta que me dejes estar amándote toda la vida. Cole Porter sabía hacer canciones que se clavasen en pleno corazón.

Jueves noche, ya pasan varios minutos de las diez y aún sigo a las teclas. hace apenas un rato he dejado los apuntes a un lado, porque mi linda cabecita no da para más, y me he puesto a revisar otras cosas. Me he encontrado con un recuerdo que me ha traído Facebook, las hermosas palabras de una preciosa mujer a la que quiero con toda mi alma y que conocí hace ya unos años. Las dos compartimos casi el mismo color de ojos; ella dice que solamente el 2% de la población mundial tiene los ojos verdes, no sé si será o no así, pero es agradable saberse tan afortunada. Al final, se despedía de mí llamándome “ojos de esperanza”. Tres palabras nada más, y a mis ojos afloran no sólo recuerdos, sino la gratitud a Dios porque me puso en su camino y a ella en el mío. Aquel día teníamos que conocernos, ella llorar conmigo y yo abrazarla con mi corazón y mi ser. Desde entonces, formamos parte la una de la otra, en la distancia y en la cercanía que da la telaraña mundial que enreda a todo el orbe a través de la técnica.

Va siendo hora de cerrar ya el ordenador y de buscar algo de descanso en este jueves de noviembre, con el Adviento llamando a la puerta y mi impaciencia por comenzar a cambiar la decoración de la casa creciendo a razón de veinticuatro horas al día. Ya queda menos.

Noviembre se está despidiendo con cambios en el horizonte; estoy segura que todo será para mejor que bien. Me gustan los cambios, porque siempre salen bien, siempre hay mucho por lo que dar gracias y de lo que aprender. Quizá sea esta mi actitud otra razón para llamarme “ojos de esperanza”, porque en ellos se asoma cada mañana ese brillo verde que permaneció para siempre en la caja que Pandora cerró cuando ya era tarde.

Comentarios

Entradas populares