Esa cabeza
Esa que me golpea sin piedad Dios sabe por qué, por qué hoy, ahora, en este jueves de septiembre, que ya me hace casi tocar el otoño en ciernes, que me hace sonreír con su solo recuerdo y que me regala el mayor de los placeres: volver a clase.
Lo
reconozco. Soy un bicho muy, pero que muy raro, y me encanta ir a clase; sería
estudiante toda la vida, aunque, en realidad, creo que lo soy y que esa es mi
esencia más pura: aprender siempre, de todo y de todos. El bueno de Aristóteles
estaría muy feliz conmigo, que siempre busco el conocimiento por el
conocimiento (scientia gratia scientiae), para encontrar en cada cosa
aprendida la belleza escondida de Dios que reside en ella, que le da ese ser
especial que la diferencia de otra, que, a su vez, encierra la maravilla de la
diferencia y, junto con la primera, constituyen lo más hermoso de la creación:
descubrir la sonrisa de Dios cuando se sabe descubierto por su criatura.
Ahora mismo
me canta el gran Andrea Bocelli que Roma nun fa’la stupida stassera, lo cual,
unido a la temperatura y a la brisa que inunda mi precioso apartamento por
todas sus ventanas y balcones, me dibuja en el alma la mayor de las sonrisas y
la mayor felicidad posible para alguien que no necesita nada extraordinario
para dar gracias a Dios por el inmenso regalo de la existencia. La serenata continúa
con un clásico como “Perfidia”, cantada en español con ese acento italiano y
con esa guitarra que la hace aún más latina; me obliga a cantar mentalmente con
él, a seguir el ritmo casi con las teclas y, de nuevo, a dar gracias por el don
de la música y del oído musical con que me bendijo Dios.
Y vuelve a
la memoria la cercanía del comienzo de las clases, y, si
Dios quiere, será el penúltimo año de estudios en la hermosa Universidad Pontificia de
Salamanca, donde he encontrado una nueva familia, llena de buena gente y de
mejores recuerdos. Las ganas de estar en clase se multiplican exponencialmente
cuando entran en juego mis compañeros, esa heterogénea e internacional tropa de
alumnos de 2º de Derecho Canónico de la "Ponti". Dios os bendiga a todos, queridos amigos presentes
y ausentes; terminemos los que terminemos, todos somos esa bendita promoción
del año de la pandemia. Vaya sorpresa que nos tenía guardado un año aciago y
lleno de sufrimiento mundial como 2020. Pero, como dice san Pablo, Omnia in
bonum. Hemos sacado un inmenso bien de un gran mal, y así será siempre
porque Dios está con nosotros y se sienta a nuestro lado en clase.
Sí. Hoy
también toca darte gracias, Padre Dios. Porque de un puñetero dolor de cabeza
que lleva todo el bendito día martilleando mis sienes, has sacado la mayor
alegría y el gozo de un alma agradecida por tu inmenso amor, capaz de transformar
el mayor de los fastidios en una pura fuente de gozo.
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