Febril
Así estaba ayer a estas mismas horas, aunque el paracetamol me traía a este mundo cada ocho horas, el resto del tiempo mis músculos -todos y cada uno de ellos- ejercían la fuerza de la gravedad con avaricia. Hoy, cuando esta mañana he vuelto al trabajo, he calificado la experiencia como “la peor resaca de la historia, además, sin haberme divertido antes”.
Ya
me lo habían advertido antes, pero si existe un refrán completamente cierto es
ese de que nadie escarmienta en cabeza ajena. Hasta que el termómetro no subió
a lo grande y mi cuerpo no bajó hasta quedarse postrado en el sofá toda la
santa tarde, no comprendí por entero tan sabia expresión. Un “mal de un día”,
pero de gran calidad, añado. En fin, efectos de la vacuna anti-covid en su
segunda dosis; será muy moderna ella, pero hace la puñeta que da gusto.
Con
mi normalidad física y también mental (que ayer había una niebla importante
entre mis neuronas debida a la evaporación de agua, provocada a su vez por la
temperatura corporal) ya recuperada, una vez más me pongo a las teclas de mi
ordenador para contar lo que me pasa, lo que vivo y siento, en definitiva, mis
palabras son mis ventanas al mundo.
Me
he puesto música para amenizar la velada y ver si me inspiro, como suelo hacer,
pero se interrumpe como ayer mi lucidez… Misterios de la técnica, que no suele
responder como se espera de ella; qué casualidad, igual que las personas. Puede
que eso de la inteligencia artificial, al fin y al cabo, no esté tan lejos,
pues, si se trata de copiar al ser humano, en eso de cambiar de idea y de salir
por peteneras, han acertado bastante en lo que respecta a mi “nest” reproductor
de música.
Anyway,
que dicen los angloparlantes, la música forma parte de mi adn. Cuando el Señor seguro que estaba
canturreando mientras me imaginaba, pensaba, diseñaba… No poder escucharla es
una de las cosas que más he echado de menos mientras estaba estudiando, pues no
se puede llevar el ritmo mientras intentas memorizar cánones, fechas o
documentos pontificios. Ahora, ya de vacaciones académicas, ha vuelto a
acompañarme en el trabajo y en casa; incluso algunos compañeros manifiestan su
agrado cuando van a mi despacho y se hacen los remolones cuando la pieza que
suena les gusta.
La
música es algo que nos une a todos los seres humanos; desde que aprendió a
comunicarse con sus semejantes, el musical es otro lenguaje más, capaz de
expresar lo que no pueden las palabras. Solamente le supera el de los ojos, quienes,
incapaces de mentir, en ocasiones delatan las verdaderas intenciones del
hablante, dejándolo completamente en evidencia. Junto a los ojos, el rubor en
esas personas que son incapaces de mentir a su piel y se ponen colorados cuando
algo les toca de verdad el alma.
Música
y palabras. Combinación perfecta para que alguien pueda exponer su alma tal
cual ante otro alguien, lo cual me recuerda una hermosa canción “Anima e cuore”,
que desde aquí recomiendo escuchéis en la gran voz de Andrea Bocelli.
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