Misty

 Significa "difuso, enturbiado", como el cielo en esta tarde-noche salmantina. Un buen amigo, al que estoy descubriendo en estos días y, francamente, me está impresionando, acaba de enviarme una maravilla de foto en la que se ve la Casa Lis iluminada sobre un cielo blanquecino y neblinoso, misty, en una palabra. 

Suena esa canción ahora mismo en mi cabeza, trayéndome recuerdos de sepa Dios cuándo, sensaciones que llenan mi tarde de maletas previa a la vuelta a casa. ¿A casa? Ya no sé dónde está mi casa; en los últimos tiempos me toca viajar con relativa frecuencia por tema de estudios y, he de confesarlo, estoy perdidamente enamorada de esta bellísima ciudad, que nos regala cada día un amanecer diferente: nieve, niebla helada, lluvia fuerte, lluvia débil de la que te cala hasta los huesos como no abras el paraguas, frío glacial, ártico, antártico, húmedo y, finalmente, un aire con muy mala idea que te cortaba hasta la mascarilla. Recuerdo haber dicho a mi familia en uno de los primeros días que la temperatura era de -4º, pero la sensación era de que se me caía la cara.

A todo eso habría que añadir el estrés casi demencial por los primeros exámenes y los consiguientes encierros para repasar no sé el qué, porque, si no lo has hecho antes, en tres días poco vas a aprender. Pero no queremos rendirnos a la evidencia de la inutilidad del gesto y ahí estamos, contumaces y pertinaces, a darle la última vuelta a los apuntes. Gracias a Dios y a mi querido Espíritu Santo, las notas están siendo bastante buenas, por lo que el esfuerzo ha visto su recompensa.

Ahora toca recoger bártulos y tomar el camino de vuelta. Nuevo semestre, nuevas asignaturas, más trabajos pero ya con la práctica del semestre anterior. Si cuando empezamos estábamos bastante perdidos, casi no veíamos nada claro, ahora nuestra vista tiene una imagen algo "misty", pero al menos ya no tropezamos al andar. Confío que al terminar el semestre -y el curso con él- ya seamos expertos en plataformas online, trabajos y demás elementos cibernéticos y novedosos.

El balance no puede ser más positivo de estas semanas en la preciosa ciudad de Salamanca. A pesar de las mascarillas, del gel hidroalcohólico por doquier, del toque de queda, del cierre de la hostelería, etc. los que hasta hace un par de meses éramos compañeros de clase ahora somos amigos, nos hemos reído de lo lindo entre examen y examen, sobre todo yendo de un lado a otro buscando dónde estaba el aula que nos tocaba en cada ocasión, y hemos compartido nervios, indignación por algunas preguntas y desesperación ante los fallos cometidos y reconocidos al comparar respuestas en la puerta.

No recordaba lo buena que era la vida de estudiante. De hecho, creo que me voy más joven a casa. Se me han renovado las ganas, la alegría y, cómo no, el agradecimiento a mi Padre Dios por todos y cada uno de los regalos que me ha hecho; en especial los más cercanos: Juan, Fran, Raúl y Roge. Cuatro descubrimientos a cuál mejor y que, si Dios quiere y ellos también, formarán parte del resto de mi vida. Bendito seas, Padre, por el amor que me demuestras en cada momento de mi existencia. Gracias, papá, por la ayuda en estos exámenes. Te quiero hoy y siempre.

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