Cavu

 Así se titula la melodía que Ann  Sweeten toca para mí a esta tempranera hora. Esa extraña palabra es el acrónimo de "Ceiling and vision unlimited", es decir, techo y visión ilimitadas. Justamente lo que siento cuando me encuentro ante Él, en esos momentos en los que consigo hacer silencio interior y le dejo hablar desde su propio silencio, que no es tal, porque consigue llenar con su sola presencia cualquier hueco que encuentre en mi alma. Es una posesión total y absoluta, con certificado de propiedad incluso, de mi ser entero, de lo que fui, soy y seré algún día con su inmensa ayuda, que me presta siempre de modo incondicional y sin medida. Hoy celebramos a San Agustín de Hipona, aquel que dijo que la medida del amor es el amor sin medida; él vivió el amor en diferentes formas y con diferentes personas, hasta que encontró esa hermosura tan antigua y tan nueva a la vez, y se lamentó por lo que había tardado en encontrarla, por todo el tiempo que pasó dando vueltas, buscando fuera a Aquel que estaba más dentro de Agustín que él mismo. Ese que siempre está en lo más profundo de nosotros mismos, donde colocó aquella semilla suya el día que nos soñó y nos trajo a este bendito mundo, creación propia suya, que nos dejó en usufructo, que no en propiedad.

"Tarde te encontré", se lamenta Agustín. También yo podría decir lo mismo, porque ha sido mucho el tiempo de dar vueltas, de idas y venidas desde y hacia Él. Sin embargo, a pesar de la tardanza, ha sido justo cuando debía ser; su tiempo jamás será el mío, porque yo soy contingente y me tengo que apañar con lo que mis cortas luces pueden comprender. Él va más allá de todo tiempo y espacio, mucho más allá de mí y de mis limitadas entendederas. Me voy dando cuenta cuando leo, desde mi conocimiento filológico, el evangelio en la lengua en que fue escrito, en griego del siglo I d. C.; es entonces cuando llego hasta el detalle: en numerosas ocasiones en las que Jesús habla de sí mismo, utiliza el presente. Por ejemplo, en el final del evangelio de san Mateo, dice: "He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta la consumación de los tiempos" (Mt 28,20). "Estoy", no es futuro, sino presente. Como una sentencia firme que permanece más allá de cualquier tipo de promesa. Está con nosotros cada día, cada instante, acompañando nuestro caminar diario, nuestras alegrías y nuestras tristezas. Es cosa nuestra el preocuparnos por verle, por dejar que se venga con nosotros al trabajo, a hacer deporte o a cualquier actividad, porque Él no viene si no se lo pedimos; es mucho más respetuoso con nuestra voluntad que nosotros con la suya. Porque Él nos deja la última palabra, la última decisión, y tenemos tiempo hasta que nos llame a su presencia; hasta entonces, os dejo otra de san Agustín para que lo penséis con tranquilidad: "Dios, que te creó sin ti, no te salvará sin ti"; es decir, necesita tu "sí" para poder salvarte o, de lo contrario, no lo hará y, con inmenso dolor de su infinito corazón, permitirá que tú te pierdas.

El gran pecado de la humanidad hoy día es la autosuficiencia ("hybris" la llamaban los griegos), el creernos que nosotros solos somos los buenos, nosotros solos, ni más ni menos. Es la soberbia de la técnica, de la razón que presuntamente lo conoce todo, porque ha dado de lado a aquello que se le escapa (y que es bastante, añado), y se le escapa porque no entra en la cuadrícula del cerebro humano, se escurre como la arena entre las manos y deja unos pocos granos que tampoco ofrecen respuestas, porque solamente son indicios de algo inmensamente mayor e inabarcable para el ser humano, por más inteligente que sea. No obstante, si se es lo bastante inteligente, se pueden leer entre líneas los trazos del diseño divino de la creación, porque todo lo creado es imagen de su Creador, nos remite a Él y, si no es así, o tenemos un serio problema en la vista o, desgraciadamente, no queremos verlo. El Libro de la Sabiduría, primero, y también san Pablo en su carta a los Romanos, dicen que no se puede comprender que, contemplando las maravillas que nos rodean, no pensemos en que existe una Voluntad superior, un Creador de todo y de todos. Os animo a mirar la creación con ojos nuevos, abiertos a aquello que nos supera por todas partes y no podemos abarcar; la humildad nos dará la capacidad de verlo, os lo aseguro.

Tarde te encontré, sí, pero, gracias a ti, lo hice.

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