No seré yo
No seré yo el que te deje ir, me acaban de cantar Barry Manilow
y Barbra Streisand. Una preciosa balada que ha puesto banda sonora a mis
deberes de inglés. Sí, he escrito “deberes”. Estudiar es una actividad que
forma parte de mi adn; al menos es
la conclusión a la que he llegado después del rumbo que ha tomado mi existencia
terrena. Cada día es un desafío nuevo, dentro y fuera del trabajo, que me lleva
a buscar información, a aprender -a marchas forzadas a veces- y me convierte en
una eterna discípula de esa profesora exigente, intransigente a menudo y
siempre expresiva que es la vida.
Barry Gibb se declara ahora culpable junto a Barbra, como yo
también me declaro culpable de ansias de conocimientos empíricos e intangibles,
de pros, contras, cuándos, cómos y porqués. Mi mente cada día es más inquieta y
tiene más necesidad de poner nombre a aquello que experimenta, vive y siente.
Con la ayuda de Dios, muy pronto retomaré mis estudios y, entonces sí, mi sueño
tomará forma y destino claro y real como la vida misma. Esa vida que, al tiempo
que me sacude un mamporro, me regala el más dulce de los momentos. Una vida que
me fue regalada y que no traía manual de instrucciones, pero sí que tenía -y
tiene- muchos accesorios, algunos aún sin estrenar o que no han alcanzado
todavía todo su potencial.
No seré yo quien la deje escapar sin extraerle hasta la
última gota de jugo; mi estancia en la tierra debe ser más que provechosa, y no
para mí, sino para todos aquellos que me conocen, que viven, trabajan, ríen y sueñan
conmigo. Comprender que ese es uno de mis porqués ahora y aquí, ha sido uno de
los frutos de ese mes de encierro forzoso en casa. Puedo parecer un bicho raro,
pero a mí sí que me ha servido la cuarentena; ha sido un retiro a las bravas,
una parada en seco que me ha obligado a mirarme en el espejo y preguntarme si
me gustaba lo que veía en él. Y, finalmente, he encontrado a alguien que me
sonreía, entre divertida y burlona, con unos grandes ojos verdes y me decía que
siguiese así, que este era el camino.
Y, aquí seguimos. La mochila, cada vez más llena y cada vez menos pesada. Todo lo que sobraba ha quedado en los contenedores de reciclaje, para que el único que puede transformar el dolor en paz interior, haga lo mejor que sabe hacer: regalarme serenidad, acrecer mi alma, aumentar mi gozo interior y llevarme a estar más y más enamorada de él. Se llevó todo lo malo y me va devolviendo lo mejor en mi presente, el único tiempo que de verdad existe. Hoy, ahora, es mi momento; hoy, ahora es cuando me toca vivir, elegir cada paso que voy a dar, empezando por darle gracias a Dios por el día que me ha regalado, en el que ha habido absolutamente de todo y del que he extraído importantes lecciones. Me ha educado bien este martes de junio, ahora toca descansar y dedicarme algo de tiempo a mí misma, que es justo lo que estoy haciendo mientras Celine y Barbra me van cantando lo que quieren que le diga a alguien que no sé quién es.
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