La metáfora

Una vez más, el Señor ha estado grande conmigo y yo estoy más que alegre. ¡¡Me han puesto como deberes para Semana Santa verme la trilogía de El Señor de los Anillos en inglés!! Vale, y el "trabajo" ¿dónde está? Me parece un regalo más que divino volver a ver unas de mis películas favoritas y en el idioma del que me estoy volviendo a enamorar.
Esta tarde me he puesto la mitad de la primera (La Comunidad del Anillo), que, al ser versión extendida, ha durado hora y tres cuartos. Según la iba disfrutando, podía descubrir nuevos detalles, matices, que están ocultos para quienes la ven por primera vez. Hacia la mitad, cuando Saruman reconvierte su hermoso paraíso en un infierno de metal, orcos y maldad absoluta, me ha venido la idea: es la situación que ahora mismo vivimos. Me explico: una cosa presuntamente insignificante como es un anillo, en apariencia inocuo, desata la catástrofe en toda la Tierra Media. Pero no es algo que suceda de un día para otro; no, es algo que se va gestando, que todos ven, pero "como está muy lejos" parece que no "nos va a tocar"; por eso no hacen nada hasta que ya es demasiado tarde y, por fuerza, deben actuar con precipitación y casi sin pensar. El resultado: una devastadora guerra que termina con el mundo tal y como lo conocían, con muchas bajas por todos los bandos y, aunque al final el mal es derrotado, le están bailando el agua al dichoso ojo durante más de las tres cuartas partes de la historia. Toda esta tragedia está salpicada por actos heroicos de personajes que no son fieros guerreros, tampoco superhombres, sino gente corriente que lucha por los suyos, por el bien, por lo que de verdad importa. El discurso de Sam al final de la segunda película (Las dos Torres) trata precisamente esto: Frodo le pregunta por qué no pierde el ánimo ante la desolación que les rodea, el mal campando por sus respetos, amigos traicionados por otros amigos, muerte y destrucción. "Porque el bien triunfe, porque reine en este mundo, porque siempre habrá esperanza de que el sol vuelva a salir".
De eso van estos tiempos, de quienes aplauden (dentro y fuera de los balcones) a los que se están matando -literalmente- con el dichoso virus, de quienes se parten la espalda para que los demás podamos comprar lo básico para nuestras casas, y también de aquellas personas mayores que, sin entender casi ni jota de lo que está pasando, se quedan en sus casas, algunos al borde de la locura porque tampoco comprenden lo que dicen las noticias, pero acatan sin rechistar la normativa vigente. Hay lugar para el bien en el mundo; en sí mismo, el mundo es bueno porque Dios (la Bondad) no puede crear nada malo. El hombre también es bueno por la misma razón. El problema es que el diablo (Sauron, Saruman, llamadlo como queráis) es el padre de la mentira (en griego, diábolos, significa "el que divide") y por ahí nos pilla a todos, nos engaña, nos hace desconfiar unos de otros y, al final, parece que gana. Pero no es así; puede vencer alguna batalla, pero la guerra no la va a ganar, porque nadie puede contra Dios.
Por eso, precisamente porque la última palabra es de la Bondad, la Belleza y la Verdad de Dios, jamás va a vencer el mal en el mundo. Si Dios nobiscum, quid contra nos?

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