Jueves

Querido Jesús:
Permíteme que hoy me dirija a Ti directamente, sin metáforas ni símiles. Hoy es jueves. Ha amanecido medio bien, pero las nubes están poblando mi recortado cielo tras las ventanas. Estoy encerrada en casa por miedo a que la epidemia llegue hasta mí. Llevo aquí ya varias semanas. No voy al trabajo, ni siquiera lo hago vía telemática, porque el mío no puede ser así: necesita proximidad, cercanía. He descubierto en estos días que la mayor parte de la solución del problema que llega hasta mi despacho, radica en la acogida del otro, en mirarse a los ojos y que, quien está frente a mí, sienta que le quiero hasta lo más hondo de mi corazón y que estoy allí por y para él. Para eso me ha escogido mi Padre Dios. En esto me siento un poco apóstol, un poco como tú  decías que había que hacer las cosas con los prójimos que pueblan nuestras vidas.
Hoy es jueves, ya lo he dicho, pero no es un jueves más; es Jueves Santo. ¿Ves? Lo he escrito con mayúsculas. Hoy, quienes queremos ser como Tú, conmemoramos aquella cena en la que te despediste de los que te eran más próximos y queridos; les dejaste un mensaje tan importante, que les costó trabajo comprender; aquel día, la noche fue mucho más oscura y la luna fue testigo del mayor acto de Amor, de la mayor humillación querida y recibida en lugar de quienes, con razón, la merecían a causa de sus miserias y pecados. Yo entre ellos, aunque no hubiera nacido aún.
Llevo toda la mañana con una canción en la cabeza, Jesús: "Getsemaní", de aquella "ópera rock", como se decía entonces, que se hizo sobre tus últimos días en la tierra. Confieso que me la sé entera en su versión española, pero esa canción en especial me toca más el corazón si la canta Ted Neely, el protagonista en la película americana. Caprichos de la sensibilidad, pero, la primera vez que la escuché, me hizo llorar, sobre todo al final, con esas notas abiertas, brillantes, que dejan luz a la esperanza. No he podido resistirme y la he buscado en Youtube: he encontrado una versión de 2006, en directo, del mismo cantante (casi cuarenta años después), y me ha hecho estallar en lágrimas al ver cómo aún es capaz de cantar así, cómo transmite la angustia de muerte que Tú sufriste en aquel huerto, en esta noche de mi redención.
Sí. De mi redención. Porque también fue la noche de tu "fiat" a Dios Padre, cuando tu voluntad de hombre aceptó llevar la cruz por todos los que, antes, entonces y después, pisaríamos este mundo. Hoy mis sentimientos se mezclan entre el gozo por saber lo que hiciste por mí y la tristeza por tu arresto y muerte. Es un día para pensar; pero, Señor, llevo ya tantos días encerrada y pensando, que muchos de mis modos y actitudes vitales están siendo puestos en cuestión. La Cuaresma ha sido un retiro absoluto de tres semanas, de pararme a meditar durante mucho tiempo... Sí. Esa es la palabra: pararme. Detener el ritmo de mi vida antes de que sea demasiado tarde y no pueda frenar sin estrellarme contra el suelo; sentarme con tranquilidad y sin pensar en lo que tengo que hacer después, en mirar compulsivamente el teléfono para ver si hay mensajes o si alguien ha puesto la última tontería o noticia en Facebook.
Jueves de tiempo para traerte a mi mente y dejarte más sitio en mi vida; para intentar ponerme en los zapatos de María, tu bendita Madre. Si se me saltan las lágrimas solo de pensar en esta noche, en cómo te traicionaron, arrestaron, golpearon, condenaron y mataron, ni te cuento cómo me pongo cuando intento ser una más a su lado aquella noche. Una de las que la contemplaron serena, sin aspavientos ni gritos, aceptando la voluntad más dura de Dios, que también fue la tuya: aceptar la condena, asumir una culpa que no era propia y demostrarnos el auténtico significado del servicio, de la entrega por los demás, porque el otro es, nada más y nada menos, que hijo de Dios. María, la Madre del Amor Hermoso, o, dicho en latín, "Mater pulchrae dilectionis". "Dilectio", viene del verbo "diligo", que, a su vez, está formado por "de" y "lego".Si retrocedemos hasta la raíz "leg-", vemos que significa escoger; si le añadimos la preposición "de-", nos trae la idea de "dejar lo que estás haciendo y ponerte con lo que has escogido". "Dilectio", por tanto, es el amor llevado al extremo, es dejar lo propio en favor de otro que es más importante. Eso es lo que hiciste, Jesús: olvidarte de ti para elegirnos (otra vez, la raíz "leg") a nosotros. Por eso los evangelistas usan "diligere" en lugar de "amare". Nos escogiste para amarnos. Esta noche lo recordaremos en las celebraciones que veremos por televisión o internet.
Querido Jesús, termino estas palabras de hoy sin saber qué decirte. El jueves avanza, hay tareas que hacer en casa, como todos los días, pero mi cabeza, mi corazón y mi alma entera, estallan en lágrimas cada vez que me acuerdo de que hoy no es un jueves más.

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