Belleza difícil


Hace unos instantes, al encender mi ordenador, la imagen que me ha ofrecido Windows me ha impactado. Una nebulosa de un extraño color, entre anaranjado y rosa, con muchas estrellas de fondo, cada una con un brillo de diferente intensidad, y, todo ello, sobre un fondo oscuro, entre negro y azul marino intenso. Una enorme paleta de colores para mostrarme, una vez, más la belleza de la Creación.
En la nota informativa sobre la foto, indicaba que es la “Nebulosa del Zorro”, llamada así porque en los años veinte del siglo pasado, quienes la descubrieron asimilaron esa nebulosa a una piel de zorro. Otra forma de ver las cosas, incluso habrá quien no encuentre el más mínimo atractivo a la imagen. Como reza el dicho, para gustos, colores.
Sin embargo, a mí me lleva mucho más allá. Me habla de la Belleza, a la que hace eco, de la Verdad que la creó, de la Unidad de quien diseñó algo tan indefinible, indescriptible e, incluso, inexplicable, como es el Universo. El cosmos (en griego, significa “orden”) en el que nos encontramos y del que somos una ínfima parte, pero que, sin nosotros, no sería lo mismo.
El plan de Dios es así: cada uno tenemos un lugar específico e imprescindible en él. La belleza de todo lo creado radica, entre otras cosas, en su ingente variedad. Las diferencias nos hacen únicos, y la conjunción de todas nuestras especiales formas de ser y de nuestra diversa apariencia hacen del mundo algo bello e irrepetible.
Hoy es lunes de Pascua. Ayer celebramos la resurrección de Cristo e inauguramos el período de cincuenta días, que nos llevará hasta Pentecostés. Pido a Dios que esta fiesta la podamos vivir ya en la calle, que la enfermedad que nos asola ya esté en franca retirada y que, con la ayuda del Señor y de la ciencia (Espíritu Santo, ilumínalos), hayamos encontrado el modo de luchar en igualdad de condiciones con el virus.
Abrimos la Pascua, comenzamos tiempo nuevo y yo, si Dios quiere, vuelvo mañana al trabajo; casi tendré que vestirme de buzo con escafandra, pero podré retomar mi tarea diaria, empezando por poner al día el millón de cosas, que se quedó en suspenso cuando tuve que abandonar mi despacho, hace casi un mes. Mañana, Dios mediante, también yo empezaré otra etapa nueva que, forzosamente, llevará implícitos cambios en muchos aspectos. Nada podrá ser igual que antes, porque yo ya no soy la misma que era.

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