Un día especial

Y tanto que lo es. Especial en grado sumo. Muchísimo más allá de que sea o no mi cumpleaños, infinitamente más lejos de cualquier atisbo de egoísmo que me haga sentirme "reina por un día", se encuentra ese lugar al que me transporta hoy. Numerosas felicitaciones de amigos que lo son de verdad y que sé que siempre estarán cerca, aunque no los vea, y también otras de cumplimientos varios, que se agradecen por lo que implican de haberse acordado de mí, me han llegado por distintas vías. Las agradezco todas y cada una desde lo más profundo de mi corazón, que mi padre me enseñó a ser agradecida por todos los parabienes recibidos, aun cuando vengan con la "sonrisa de suegra" puesta.
Hay que reconocer que la que ha montado el Señor para celebrar mi cumpleaños ha sido muy gorda: ha despejado las calles para que pudiese andar a mis anchas hasta el mercado, hoy que ha tocado hacer compra. Apenas había gente, por lo que no he tenido que esperar; me he encontrado con una amiga al comprar la fruta y la verdura, nos hemos reído juntas y nos hemos despedido hasta la próxima. También hemos tenido una agradable conversación la chica de la charcutería y yo, igual que con la del puesto del pollo. La sensación de caminar bajo la lluvia esta mañana, en una ciudad tan absolutamente preciosa como la mía, ha sido un segundo regalo digno de agradecer. El aire se notaba fresco y limpio, las pocas personas con quienes me he cruzado apretaban el paso huyendo de la lluvia; pero yo no. Yo prefería sentirla en mi cara, en mi pelo, mirar los hermosos reflejos en el suelo, y vivir el silencio, ese que ahora mismo reina en las calles, ese silencio que grita y al que no sé si alguien estará dispuesto a contestar; porque él nos interpela, nos llama casi por nuestro nombre, y nos pregunta por nuestra vida, por cómo lo vemos ahora que nos han parado en seco. Cómo vemos nuestra existencia ahora mismo, cuando se nos ha terminado esa excusa de la falta de tiempo para mirarnos al espejo y preguntarnos, con toda la seriedad posible, quién es ese que nos mira tan fijamente.
Son tiempos muy recios los que vivimos, es cierto. Pero no es menos verdad que son tiempos preciosos para echar la vista atrás y hacer balance, preguntarnos si nos gusta nuestra vida hasta hace dos semanas. Porque, ahora, justo ahora, estamos a tiempo de darle el giro y reconducirla; aunque no podamos cambiar de trabajo o de casa o de familia, pero sí que podemos cambiar nuestra perspectiva. Podemos mirar las cosas desde otro punto de vista, porque, ¿qué pasaría si, por una vez, nos fijásemos en cómo ve la vida esa persona que vive con nosotros? Creo que se nos está dando una nueva oportunidad para calmar nuestro ritmo, para frenar los vértigos vertiginosos en los que nos hemos movido hasta ahora, y empezar a tomar las cosas a menos revoluciones por minuto.
Empezaba hablando de que hoy es un día especial. Y así es. Cumplir años siempre es especial, independientemente de las circunstancias concomitantes. Y hoy es muy, pero que muy importante para mí, porque he terminado un año y, desde las 11'30 h., he comenzado otro nuevo, que me llevará donde el Amor de mi vida quiera dirigirme. Él es mi timonel favorito, su Espíritu hincha mis velas al viento y con Cristo a mi lado no hay tempestad que se me resista. Tiempos recios, ¡sí, señor! Pero con Dios a mi lado, no tengo el más mínimo miedo por lo que pueda venir. En sus manos duermo tranquila y me refugio en esos días menos alegres, que también llegan de vez en cuando. Hoy es mi día, hoy es mi mundo, hoy es mi momento, y, una vez más, Él ha venido a celebrarlo conmigo. ¡Bendito sea siempre!

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