Para ti, que me buscas
Es la primera vez que escribo una entrada "a petición de un lector". Espero que no sea la última y que Angelillo, mi ángel de la guarda, me lleve las manos por las teclas como suele hacer. De hecho, le voy a pedir que se ponga al habla con el guardián del peticionario, para que la inspiración vaya mejor dirigida. Así que, ¡hala! A encender el gps espiritual y a recibir datos y más datos sobre el receptor de la presente.
Es curioso cómo la vida te va poniendo en diferentes tesituras, modos y maneras de conocer a ciertas personas, que después resultan ser seres absolutamente extraordinarios, como el destinatario de esta entrada de blog, escrita directamente desde el corazón.
Ni siquiera recuerdo cuándo nos conocimos; sí el entorno en que fue, pero ni cuándo, ni cómo, ni tampoco el lugar concreto. La primera impresión fue de una timidez tremenda, detrás de casi todo el mundo, como cuando estábamos en el colegio y el profesor iba a preguntar a alguien, y todos, como por encantamiento, sentíamos una irreprimible necesidad de ponernos a hacer los ejercicios allí mismo. Apenas hablaba, pero sí que escuchaba y prestaba atención a todo lo que se decía en las veces en que hemos coincidido. Alguna vez hablamos tiempo atrás, pero tampoco fue una conversación de las profundas, hasta que, Dios sabe por qué, no hace mucho tiempo comentamos una tontería que nos había llegado a través del whatsapp y que le resultó especialmente divertida. "Envíame más, que me río mucho", fue su petición. Y una, que es muy diligente y muy bien mandada, se puso manos a la obra.
Aquello fue el inicio de una hermosa y preciosa amistad, que se ha estrechado lo indecible desde que leyó algo de lo que escribo por aquí. Reconozco que cuando me pongo con las teclas, no me cuesta demasiado expresarme, porque, como dijo el propio Jesús de Nazaret, de lo que abunda el corazón habla la boca; en este caso concreto, más bien son las teclas, las que se mueven aún más rápido que cuando estoy en el trabajo, porque los sentimientos y las palabras fluyen como ríos desde lo más profundo de mi alma.
Estamos en unos días muy complicados para el mundo entero y, en especial, para mi país y para mi ciudad. Un confinamiento forzoso por el dichoso bichejo que tiene en jaque a más de medio planeta, nos obliga a no salir de casa nada más que para lo imprescindible. Un arresto domiciliario sin precedentes que todos debemos guardar por patriotismo, civismo y por el bien común. ¡Ah, el bien común! Ese debería ser el leit-motiv de los políticos. Si Platón o Aristóteles levantaran la cabeza, no se creerían por dónde va lo que ellos conocieron como "democracia". Pero no podemos perdernos en lamentos ni críticas, sino ir todos a una, porque nos jugamos muchísimo. Nada más y nada menos que el futuro del mundo entero.
No obstante lo cual, para quienes sabemos que Dios existe, que es un Padre providente y que nos ama como no nos merecemos, existe un "plus" en todo este lío: sabemos que un padre no le niega nada a sus hijos, que somos hijos amados, soñados por Dios, y que todo lo que pidamos nos lo concederá. Se trata de hacer una verdadera cuaresma, porque estamos todos "de retiro forzoso", volver los ojos al cielo y, como aquel hijo pródigo, caer en la cuenta de todo el mal que hemos hecho (o dejado de hacer) a tantos prójimos como se han cruzado en nuestro camino; recapacitar y volver al Padre, para pedirle perdón. Él no nos lo negará, como no lo hizo el padre de la parábola, sino que hará una gran fiesta para y por nosotros, porque hay más alegría en el cielo por un pecador que se convierte, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse. Pues nada, a rezar y a ofrecer todo lo malo que nos está pasando en estos días, sin descuidar todo lo que desde las autoridades sanitarias nos recomiendan.
Una última cosita: si sabemos que Satanás es el príncipe de la mentira, mejor no hacer caso a tanto bulo y tanto embuste que circula por las redes sociales (whatsapp es tremenda) y tampoco entrar al trapo de aquellos que sólo buscan las discusiones porque les encanta la bronca. Unos y otros (embusteros y matones) hacen que el demonio se frote las manos hasta que salgan chispas. Vamos a darle algún disgusto que otro, a ver si conseguimos que se congele el infierno porque no vaya nadie allí. ¿Te apuntas al reto?
Es curioso cómo la vida te va poniendo en diferentes tesituras, modos y maneras de conocer a ciertas personas, que después resultan ser seres absolutamente extraordinarios, como el destinatario de esta entrada de blog, escrita directamente desde el corazón.
Ni siquiera recuerdo cuándo nos conocimos; sí el entorno en que fue, pero ni cuándo, ni cómo, ni tampoco el lugar concreto. La primera impresión fue de una timidez tremenda, detrás de casi todo el mundo, como cuando estábamos en el colegio y el profesor iba a preguntar a alguien, y todos, como por encantamiento, sentíamos una irreprimible necesidad de ponernos a hacer los ejercicios allí mismo. Apenas hablaba, pero sí que escuchaba y prestaba atención a todo lo que se decía en las veces en que hemos coincidido. Alguna vez hablamos tiempo atrás, pero tampoco fue una conversación de las profundas, hasta que, Dios sabe por qué, no hace mucho tiempo comentamos una tontería que nos había llegado a través del whatsapp y que le resultó especialmente divertida. "Envíame más, que me río mucho", fue su petición. Y una, que es muy diligente y muy bien mandada, se puso manos a la obra.
Aquello fue el inicio de una hermosa y preciosa amistad, que se ha estrechado lo indecible desde que leyó algo de lo que escribo por aquí. Reconozco que cuando me pongo con las teclas, no me cuesta demasiado expresarme, porque, como dijo el propio Jesús de Nazaret, de lo que abunda el corazón habla la boca; en este caso concreto, más bien son las teclas, las que se mueven aún más rápido que cuando estoy en el trabajo, porque los sentimientos y las palabras fluyen como ríos desde lo más profundo de mi alma.
Estamos en unos días muy complicados para el mundo entero y, en especial, para mi país y para mi ciudad. Un confinamiento forzoso por el dichoso bichejo que tiene en jaque a más de medio planeta, nos obliga a no salir de casa nada más que para lo imprescindible. Un arresto domiciliario sin precedentes que todos debemos guardar por patriotismo, civismo y por el bien común. ¡Ah, el bien común! Ese debería ser el leit-motiv de los políticos. Si Platón o Aristóteles levantaran la cabeza, no se creerían por dónde va lo que ellos conocieron como "democracia". Pero no podemos perdernos en lamentos ni críticas, sino ir todos a una, porque nos jugamos muchísimo. Nada más y nada menos que el futuro del mundo entero.
No obstante lo cual, para quienes sabemos que Dios existe, que es un Padre providente y que nos ama como no nos merecemos, existe un "plus" en todo este lío: sabemos que un padre no le niega nada a sus hijos, que somos hijos amados, soñados por Dios, y que todo lo que pidamos nos lo concederá. Se trata de hacer una verdadera cuaresma, porque estamos todos "de retiro forzoso", volver los ojos al cielo y, como aquel hijo pródigo, caer en la cuenta de todo el mal que hemos hecho (o dejado de hacer) a tantos prójimos como se han cruzado en nuestro camino; recapacitar y volver al Padre, para pedirle perdón. Él no nos lo negará, como no lo hizo el padre de la parábola, sino que hará una gran fiesta para y por nosotros, porque hay más alegría en el cielo por un pecador que se convierte, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse. Pues nada, a rezar y a ofrecer todo lo malo que nos está pasando en estos días, sin descuidar todo lo que desde las autoridades sanitarias nos recomiendan.
Una última cosita: si sabemos que Satanás es el príncipe de la mentira, mejor no hacer caso a tanto bulo y tanto embuste que circula por las redes sociales (whatsapp es tremenda) y tampoco entrar al trapo de aquellos que sólo buscan las discusiones porque les encanta la bronca. Unos y otros (embusteros y matones) hacen que el demonio se frote las manos hasta que salgan chispas. Vamos a darle algún disgusto que otro, a ver si conseguimos que se congele el infierno porque no vaya nadie allí. ¿Te apuntas al reto?
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