Someone to watch over me

De nuevo, el título de una canción ilumina mis manos para ponerme a hablar con el mundo entero. Mucho tiempo ha pasado desde la última vez que el corazón me empujó a escribir. Muchas cosas han pasado en mi interior desde entonces. Tantas hay, que se agolpan impacientes para salir a ver la luz del día, aunque ya el sol haya terminado su jornada en el que, desde los albores de la humanidad, ha sido su día.
Sentimientos, emociones, sensaciones, de muchos y diferentes alcances, que me han tocado desde lo más hondo del alma, que me han hecho pararme una vez más y preguntarme dónde voy con tanta prisa, con tanta ansiedad y tanto agobio. Sigo esperando una respuesta satisfactoria, porque las que me vienen motu proprio, no me agradan; quizás el problema esté ahí, en que no me gusta lo que veo, en que la verdad me abofetea, inmisericorde, para que me dé cuenta de la necesidad de parar el ritmo, porque soy incapaz de ver el hermoso paisaje que me estoy perdiendo en mi loca carrera hacia Dios sabe dónde.
Y, de nuevo, la respuesta está en los mismos ojos que me miran desde lo más profundo de mi corazón, ésos sin los que ya no sabría vivir; esa mirada limpia, serena y consoladora que, en un tris, me hace sentirme en casa y a salvo. Esa sonrisa que me embarga y me hace olvidar todo lo que me preocupa, y a veces me perturba el sueño con pesadillas sinsentido y que me hacen despertarme, casi sin aliento.
Esta vez han sido demasiados los días de cansancio, de ver, incrédula, cuán difícil se ponía todo, cómo caía un árbol tras otro en mi camino, y lo cuesta arriba que se estaba empezando a poner mi día a día. Sí, yo, la súper-mega-híper-optimista, también veo las cosas a veces no tan "bonitas". Soy optimista, sí. Lo llevo en mis cromosomas y así moriré. Sin embargo, esta condición y esta capacidad de ver el lado bueno de las cosas, por malas que sean, también a veces se nubla "por causas ajenas a nuestra voluntad", como decían antes en la televisión.
Ser optimista no significa vivir en los mundos de Yupi, sino ver las posibilidades de mejorar en todo, de saber extraer lo mejor de cada persona y de cada situación. No en vano mi vocación es la enseñanza, adoro ejercer de "seño", sea en el nivel que sea. Educar viene del latín e-ducere, que significa extraer; y, en realidad, se trata de eso, de hacer salir de cada alumno lo mejor de sí mismo, de hacerle crecer (y de ahí viene la "auctoritas" del maestro, del verbo augere, que significa crecer: el maestro hace crecer al alumno con su enseñanza).
Todas las circunstancias de mi vida me han hecho aprender mucho y, sobre todo, progresar como persona. Lo vivido hasta hoy me han convertido en la mujer que soy, me han configurado tal y como me conocen hoy quienes están cerca de mí.
No obstante, siempre hay "someone to watch over me", ese Alguien que me ama con absoluta e infinita locura, que me puso aquí y que me deja andar a mi aire, como si yo fuese la dueña y señora de todo lo que me ocurre, hasta que, como los niños pequeños, vuelvo llorando después de haberme dado un buen golpe "siendo mayor".

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