Dejarse caer

Ya es ocho de enero. La casa vuelve a su radiante normalidad. Todo limpio, guardado y recolocado, con algunos toques distintos, porque si no, no sería yo. Me encanta probar nuevas disposiciones del salón-comedor. La de hoy le hace parecer bastante más grande, y sólo he cambiado un par de cosas. Maravillas de la decoración de interiores.
Y, pensando en ello, he caído en la cuenta de que así es dejarse caer en Dios. Él lo limpia y recoloca o repone todo, según haya sido el estropicio, dejando el corazón de tal modo que no es que parezca, es que es, mucho más grande y caben muchos más dentro de él; limpia el alma y la deja con más luz, de forma que ve mejor, con más claridad, y los afectos reales salen a la luz, sin necesidad de buscarles justificaciones o motivos. No hace falta, porque ya se ha encargado Él, Padre Absoluto, de que cada uno entienda sin palabras.
Porque así es como Él se comunica, sin una sola sílaba. De repente, una cae en la cuenta de la verdad, se da perfecta cuenta de que es cosa de Él y, cuando mira para buscarle, ya no está. Sólo queda la estela que ha dejado a su paso, el perfume de quien ya ha salido de casa, una vez que ha terminado su tarea, hasta la próxima.
Amor Absoluto es su perfume, su esencia, la paz que habita los corazones que viven de su presencia. Espíritu Divino, septiforme, el aroma de Dios que vive en mí, en esta pequeñísima parte de la Iglesia, que anda y habla, y que no se cansa de alabarle. Dios, Uno y Verdad Absoluta. Sí. Absoluta, en un tiempo de relatividades físicas, químicas y sociales en general.
Su Amor no puede ser relativo, porque es personal e intransferible para cada uno; nos ama según somos y según necesitamos. Por eso el amor (nuestro amor, que es puro don e imagen del suyo) no es cualquier cosa. Es demasiado serio para que andemos con remilgos de "esto no me gusta de ti". El amor es entrega y aceptación, es besar la cruz de lo que no entendemos del otro y amarlo en su perfecta imperfección. Es ser capaz de ser su espejo y de aceptar nuestra imagen en él, aun cuando no salgamos favorecidos en el retrato; porque no se trata de salir guapos en la foto o de mostrar sólo lo bueno para que el otro no salga corriendo. La belleza está en que todos somos imagen de la Belleza Eterna y Absoluta; somos el regalo que Él pensó para el otro, tan hermoso como el diseño que Dios se inventó. El Amor es descubrir que, cuando el otro ríe, vemos a Dios en sus ojos, aunque seamos conscientes de que él -como yo- está bastante lejos de ser, y de parecer, perfecto.

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