Quietud

El reloj marca ahora mismo las seis y veinticinco minutos de la tarde. El sol ya se encamina hacia su puesta y el fin de semana se termina sin remedio. Un día más hemos tenido en esta ocasión merced a Todos los Santos, benditos sean ahora y siempre. Después de un domingo tranquilo, con un desayuno compartido y francamente divertido, en el que nos hemos reído como pocas veces las tres de siempre, una comida casera hecha con todo el amor del mundo para la que me trajo a este mundo, la sensación, o, mejor dicho, el sentimiento que ahora mismo me invade es la paz y la serenidad de alma. La música de piano de mi querido Danny Wright es la banda sonora que lleva unos pocos minutos acompañándome, porque necesitaba poner un fondo a mi tarde de domingo y casi otoñal, porque no se termina a llegar del todo; un viento muy desagradable, pero poco más. En fin, ya llegará mi querida y añorada estación.
Pocas cosas hay que valore más en la vida que la paz conmigo y con el mundo, y ahora mismo, gracias a Dios, la tengo y en abundancia. No me faltan temas ni problemas con sobrada capacidad para privar del sueño a cualquier ser humano, pero no hay nada que pueda turbar ni oscurecer mi ánimo porque sé que no estoy sola. Lo he dicho, escrito y cantado miles de veces: Él viene conmigo, a veces me lleva de la mano y otras en brazos, cuando la cosa es verdaderamente gravosa, pero siempre le siento cerca, me llega su calor al corazón, habla por mis manos y escribe con mis labios, está en mis ojos y en mi pensamiento, mañana, tarde y noche. Siempre de los siempres. Por Él me levanto cada mañana y con Él me acuesto tranquila y me duermo cada noche. Nada hay que pueda separarme de su amor, como dice San Pablo.
No puedo dejar de hablar de Él porque sería imposible para una mujer enamorada no hablar del amor que siente ni de aquél que le hace sentirlo. Ni en millones de milenios podría encontrar las palabras adecuadas para describir lo que siento ni tampoco cómo me hace sentir cada vez que, como ahora, me quedo a solas con Él y le dejo que tome posesión de mis dedos en las teclas o de mis cuerdas vocales cuando me da por cantar. Él es la melodía de mi vida, el ritmo con el que late mi corazón, que vive por y para Él. Así podría seguir muchísimo más, pero no podría acercarme a la realidad ni siquiera un milímetro.
Hoy es día de acción de gracias porque me ha creado así, porque me ha hecho capaz de escribir así, de cantar, de bailar, de enamorarme, de tantas y tantas cosas bellas que me han ocurrido... y de las que aún están por ocurrirme, que seguro que muchas serán aún mejores que las ya vividas. Gracias, Señor, por mi vida, por mi familia, por los amigos buenos que me quieren y también por aquellos que yo pensaba que eran amigos y que me demostraron que no lo eran, porque también de ellos aprendí mucho. Hoy es día de descanso, tiempo de paz y de tranquilidad. Gracias, Señor, por ello.

Comentarios

Entradas populares