El humo ciega tus ojos

Dicho de otro modo, smoke gets in your eyes, cantado magistralmente por The Platters y por otros muchos cantantes de todos los tiempos. Es la pieza que ahora mismo me acompaña durante mi particular música de escribiente. Tantas veces el humo no nos deja ver la realidad, que si buscásemos en nuestra memoria no sería el humo sino probablemente las lágrimas las que nos impidiesen ver nada. Cuántas veces escribimos o hablamos con las tripas, con el enfado recién estrenado y la ira desbordando nuestros ojos, cuántas veces tomamos decisiones totalmente equivocadas llevados en brazos de la rabia, de la impotencia o de la más pura y genuina venganza. Los problemas de hacer las cosas "en caliente" son siempre graves y en bastantes ocasiones de difícil o imposible gestión y solución.
A veces también el humo se consigue colar por las rendijas de la libertad del otro; ese terreno inexplorado y con frecuencia aterrador en el que nos cuesta tanto esfuerzo quedarnos justo en la frontera, en esa línea imaginaria que traza el perímetro de la intimidad del otro. Parece una tarea titánica para algunos respetar las decisiones del otro, no digamos si, además, no coinciden con lo que uno haría en esa determinada ocasión; entonces, incluso nos sentimos con derecho a exigir explicaciones de esa opción ajena, en el fondo tan respetable -o más- que la propia.
Llevo unas semanas dando vueltas al tema porque me ha tocado muy de cerca. Hay momentos en la vida en que te ves en la necesidad de tomar decisiones y de elegir caminos que sabes que serán de difícil comprensión por parte de los que no están ni en disposición, ni poseen el suficiente conocimiento de ti como para poner en tela de juicio ese motivo concreto que te dirige. Y lo tienes que hacer porque, sencillamente, has de ser fiel a ti mismo y a tu propia vida, que nadie, absolutamente nadie, va a vivir por ti. Un buen amigo me dijo hace años: "Los noes que no te gustaría decir te permitirán decir los "síes" que quieres".
Refranes aparte, la vida me está enseñando muchísimas cosas y no sólo porque ahora vuelvo a ser estudiante de los que se examinan en pos de un grado oficial, sino porque la capacidad de reflexión que tengo desde mis cincuentaypico me permite ver con una perspectiva mucho más amplia todo lo que me rodea. Aún más, tengo la seguridad de que mi vida no ha hecho más que empezar; cada asignatura que tomo, cada manual que me leo, cada prueba que voy pasando, me acercan más a cumplir mi sueño y también el que Dios soñó para mí. Él es el pilar que me sustenta, mi cimiento y mi raíz; mi toma de tierra para que no me pierda en fantasías que jamás se podrán cumplir. Hace años me enamoré de un sueño y el despertar fue bastante traumático, casi puedo decir que aún duele al recordarlo. Pero fue un gran maestro para hacerme poner los pies en el suelo y aprender a seguir adelante y a preocuparme de lo que de verdad importa: el hoy, el ahora. Lo he dicho una y mil veces y lo seguiré repitiendo: la vida es eso que te ocurre mientras tú te empeñas en hacer otros planes.

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