Bocanadas de aire

Llevo demasiadas semanas sin escribir nada aquí, demasiado tiempo lejos de mis amadas teclas, de este blog en el que se derrama mi alma. Muchos días en los que mis dedos no obedecen los dictados del auténtico autor de estas líneas: mi corazón. Ese pequeño núcleo de mi ser, que es capaz de llevarme hasta el infinito con solo un latido.
Tengo puesta de fondo una canción de Alicia Keys que me llegó -y me llega- a lo más hondo del alma, en la que cuenta que hay personas que viven por la fama, otras por el dinero, otras por las joyas, por tantas cosas que sólo hacen bulto pero no llenan, por aquello que sólo son parches. La realidad, la triste realidad que nos rodea y que vemos por todos los medios de comunicación es esa: satisfacciones inmediatas, rápidas y efímeras como un anuncio de televisión.
Cada vez llegan hasta mí personas más jóvenes con una carga terrible a la espalda: matrimonios rotos, hijos usados para hacer daño al otro -tanto como sea posible- y una profunda amargura en el alma. Si de verdad nos diésemos cuenta de que no estamos solos en este mundo (y no me refiero a vida extraterrestre), que los demás existen y que también gozan de derechos -igual que nosotros- y no sólo de obligaciones -que nosotros sí que tenemos respecto de ellos-, esto sería de otro modo. Solamente con ser capaces de aceptar la "otredad", el ser distinto a nosotros de todos los demás (la calidad de ser "otro", diferente a mí y al mismo tiempo tan único como yo), ya habríamos andado mucho camino. Me encantaría ser capaz de explicar la admiración por el milagro que supone que existan personas diferentes a mí, con quienes puedo hablar y a quienes puedo -y debo- amar por ser como son, de las que aprenderé mucho con toda seguridad siempre y cuando las escuche con atención y las respete porque son terreno sagrado, porque son otro milagro de la creación igual que también lo soy yo. La riqueza que supone conocer gente diferente a mí también en forma de pensar y poder conversar con ellas, aun a través de las redes sociales, es inmensa.
Dice ahora Ed Sheeran que ha encontrado el amor hecho para él, una chica preciosa y dulce justo como él estaba esperando, un amor perfecto para él y para ella. Qué maravilla cuando eso es verdad, cuando veo parejas que se aman a fondo perdido, con los ojos muy abiertos, conscientes los dos de los fallos del otro y, aun así, no les importa porque son absolutamente perfectos el uno para el otro en su propia imperfección. Creo que ese es uno de los secretos del amor: la imperfección, ser consciente de la propia y de la ajena y, precisamente por eso, enamorarse perdidamente del otro y el otro del uno. No hay nada más maravilloso que el amor correspondido, sin condiciones ni reservas. Ese amor profundo y grande que te empapa todo el alma y te rezuma por los poros, que te lleva a gritarlo a pleno pulmón a los cuatro vientos. Una vez sentí ese amor humano que te hace desdeñar los límites de tiempo y espacio, que hace que se pare el reloj en un instante eterno y hermoso hecho sólo para dos.
Ahora siento otro amor distinto, más fuerte, grande, profundo e ilimitado. Lo redescubrí hace pocos años y parece que llevo toda la vida con Él. Jamás pensé que pudiera llenarme tanto el sólo hecho de percibir su presencia, de sentirle en mí y de saber que camina siempre a mi lado, que no me deja ni un solo instante, por mal que esté, por oscuro que se vea el cielo. Siempre está y me da el aire que necesito, podría decir que le respiro, que palpita en mi corazón y que bulle por mis venas dándome la vida, haciéndome nueva a cada instante y plenamente consciente de que cada vez está más presente en mi vida y en mi caminar. Yo también he encontrado el amor, pero el que nunca se termina, ni siquiera con la muerte, porque, cuando llegue ese momento, Él me estará esperando y entonces podré mirarle a los ojos, a esos ojos que ahora siento en mi corazón cada vez que respiro.

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