Fortissimo

Es la canción que ahora mismo me susurra Chiara Civello, mi último descubrimiento musical. Su música soft, sinuosa como me gusta a mí, me recuerda mi primer milagro - regalo de hoy, justo cuando subía hacia el trabajo en este 2 de mayo: mi amada Selene, toda redonda y preciosa, alineada perfectamente con la Dama que preside la Plaza de Santa María. Las dos esperándome para darme los buenos días, una ha prolongado su tarea nocturna para verme y la otra, siempre está ahí para regalarme los parabienes.
Según subía y las miraba, casi arrobada, se ha ido dibujando en mi rostro una sonrisa de satisfacción que ha suscitado el asombro en aquellos casi zombies matutinos con los que me cruzo habitualmente, incluso ha habido un giro de cabeza con una expresión de asombro de una chica, según nos acercábamos para alejarnos después. Y yo, como siempre, divertida y feliz por llevarle la contraria al mundo.
Miércoles ya, día de sol radiante y de fresco en la brisa mañanera después del tormentón de ayer, que dejó una granizada importante en las calles a eso del mediodía, y que, de paso, limpió la atmósfera y las calles del barro que trajo la calima de semanas pasadas. Sin embargo, algunos jardines y árboles han pagado el enfado de Zeus tonante y han sufrido una gran paliza por parte del granizo, que tenía el tamaño de una canica y las pobres y tiernas hojas han terminado en el suelo, hechas trizas. De ello dan fe las moreras de la plaza de la Diputación provincial, que están despeinadas y ajadas.
Se podría decir también que lo de ayer fue fortissimo, truenos escasos pero potentes y calles blancas en pocos minutos, y no sólo blancas, sino silenciosas. La gente salió despavorida en cuanto empezó a llover a jarros y enseguida los granizos. De noche a la una de la tarde, luces encendidas y yo (he de decirlo, lo siento), disfrutando de la rabieta del olímpico dios, cocinando y cantando por encima de la música que tenía puesta en casa. Una es así de rarita, adoro las tormentas y todas las fuerzas de la naturaleza cuando se desatan: tornados, huracanes, volcanes... Todo eso me hace reconocer mi propia pequeñez y la necesidad de formar equipo con el resto de componentes de la naturaleza, que el cambio climático no es tan invento como dicen algunos; otra cosa es que la ciudad esté debidamente equipada para contribuir en eso del reciclaje y de la no emisión de gases contaminantes (sólo hay que ver las máquinas de la limpieza, la humareda negra que despiden a su paso, aparte del ruido).
Pero no voy a ponerme en plan reivindicativo, porque no es mi estilo y tampoco es el talante que traigo puesto esta mañana de mayo, donde el sol brilla con fuerza y donde estoy disfrutando de una preciosa voz italiana con canciones de siempre (ahora toca a una de mis favoritas: Il mondo). Gira el mundo, gira en el espacio sin fin y gira porque es feliz de estar vivo, igual que yo, que me pondría a dar vueltas con los brazos abiertos, riendo y mirando al cielo con los ojos cerrados en mi rostro y abiertos en mi alma, para que me llueva dentro el amor de Dios que fluye a mi alrededor, dentro y fuera de mí.
Fortissimo es lo que siento por él, igual que lo que él siente por mí y me demuestra a cada segundo. Fortissimo el sentirse tan protegida, tan a gusto, tan amada, tan deseada y querida como me siento yo. Dudo muchísimo que exista un solo hombre en el mundo que pueda llenarme siquiera una mínima parte de lo que me sobrepasa Él. Cuando se experimenta el amor absoluto por una, la inexistente reserva ante una posible desconfianza o ante cualquier tipo de desliz o de ofensa, la seguridad absoluta de que se es querida, pese a lo que pese y pase lo que pase, es imposible no ser feliz. Es imposible dejar pasar la oportunidad de quedarse con él, a su lado, dentro de aquel que está más dentro de mí que yo misma. Porque siempre ha estado ahí, hasta que le encontré después de buscar donde no estaba. Dice Chiara que senza fine, y he de darle la razón, este amor es senza fine, ahora y por siempre.

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