Enséñame

Suena ahora mismo una preciosa versión al piano de "Teach me to love", en las manos de Lori Mechem. Tan dulce, tan sutil, tan delicada es la melodía como el título que la inspira. No se puede enseñar a amar a lo bruto, sino con la delicadeza de la lluvia fina que va calando poco a poco hasta empapar completamente al viandante. Como esa brisa que se levanta en las horas finales de un día de primavera, que termina por casi congelarte mientras contemplas cómo declina el sol y aparece la luna... así debe ser el modo de aprender.
Igual que el amor verdadero no es un torrente que arrasa con todo lo que encuentra a su paso, sino que es el agua tranquila que reposa y va empapando poco a poco la tierra, así es la manera en que una se da cuenta de que está calada hasta los huesos de amor por alguien. Después de haber pasado tiempo bajo la lluvia, de haber escuchado palabras sobre infinitos temas, de haber compartido silencios, paseos sin palabras y miradas llenas de elocuencia, llega un momento en que, sin buscarlo, surge como un manantial de la tierra y lo ves: ahí está.
Y entonces te das cuenta de que te han atrapado, de que no hay marcha atrás, el amor te ha poseído porque lo que conoces de esa persona te llega hasta lo más hondo, porque comprendes que la vida a su lado tiene aún más sentido y porque eres consciente de que es él, y no otro. Así de sencillo se aprende a amar, a descubrir esa vida en tu vida que es dejar espacio en tu corazón a alguien más.
Así fue hace tiempo, cuando yo pensaba que conocía a ese Alguien que llenaba mis días; cuando creía que ya le había comprendido, pero no había nada más lejos de la realidad que ese pensamiento mío. Porque la verdad es que ahora estoy empezando a ser algo más consciente de lo que implica tenerle en mi vida, que Él sea el centro de mi mundo y de mi existir diario, de mi modo de conducirme por la vida y de tratar con mis semejantes. Desde que empecé mis estudios y tuve que sumergirme en asignaturas como la antropología, la moral, la metafísica y similares, estoy descubriendo mediterráneos: veo la vida de otra manera y, sobre todo, a las personas que me rodean. Mis criterios siguen siendo los de antes, pero mi conocimiento sobre la grandeza del ser humano y sobre la maravilla del mundo creado es mayor. Y, lo más asombroso y lo que me llena completamente, es que estoy aprendiendo a conocer a mi Padre Dios. Cada vez que leo algo nuevo sobre Él y su manera de acercarse a mí cada día, veo su mano en cada milagro que vivo y que experimento. Soy cada vez más consciente de mi lugar en el mundo, de mi vocación concreta para estar aquí y ahora, al servicio de los demás y con mi fe bien cimentada en el suelo; mi ser faro es una realidad cada vez más clara y firme, aunque también mantengo la afirmación de Sócrates, porque se me hace evidente que sólo sé que no sé nada y que cada paso que doy sólo significa que aún me quedan muchos por dar.
Enséñame a amar, Señor; tú eres el que mejor lo puede hacer. Sabes que me dejo, que tienes el campo libre y diáfano para hacer de mí lo que mejor te parezca. Sé que en Ti no hay temor, ni vergüenza, porque quieres lo mejor para mí. No puede ser de otro modo, porque me amas como sólo Tú sabes amar.

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