Adioses

Hoy es uno de esos días extraños en los que, desde que abres los ojos, nada es como parecía que iba a ser. Agendas aparte, me he desayunado con una tempranera llamada telefónica que me ha dejado helada, con las piernas temblando casi. No me lo esperaba.
Hay personas que parece que son eternas, que apenas tienes roce con ellas, pero sabes de ellas por terceras personas, más cercanas a ti, que te ponen al día de sus bienes y de sus problemas, grandes y pequeños. Y empieza así una relación indirecta con ellas, de tal manera que te vienen al pensamiento de vez en cuando, y también están siempre presentes en la oración porque así te lo han pedido.
Hoy se ha ido al cielo una de ellas. Ni recuerdo cuándo la conocí, porque éramos crías las dos, casi de la misma edad. He conocido a través de su madre su situación en estos últimos años. Este mismo lunes me dijo que había estado muy mal. Esta mañana me han dicho que ya ha terminado su estancia en esta tierra de carne y hueso.
No sé si será esta puñetera primavera que me altera hasta límites insospechados o qué, pero el caso es que a duras penas puedo contener las lágrimas. Y es que me duele el alma porque parecía que aún no era su tiempo, aún le quedaba mucho por ver y por disfrutar con su marido y sus hijos. Pero Dios siempre tiene otros planes que siempre son distintos a los nuestros... Él sabe por qué y también será quien dé el verdadero consuelo a los que aquí se quedan, echándola de menos.
Qué difícil es decir adiós, qué de la tierra somos y cuánto duele el corazón inmaterial, pero presente en nosotros, cuando hay que desprenderse de un ser querido.
No hay palabras de consuelo para estos momentos tan recientes y tan duros. Lo sé. Pero sí hay palabras para dar las gracias por haber conocido a una gran mujer, que puede definirse con una sola palabra: ternura. La que había en sus grandísimos ojos oscuros y en su eterna sonrisa, siempre amable, siempre paciente, siempre ahí.
No voy a escribir más. No tengo palabras por una vez en mi vida. Sólo una última cosa: agradecer a Dios haberla conocido en directo y también a través de su madre, que hoy necesita más consuelo que nunca.

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