¿Qué dirían...?

Acabo de ver una publicación en facebook y me he quedado cavilando. Decía una serie de consecuencias que puede tener la vida de alguien en el resto del mundo, y terminaba diciendo que si eso se hiciera realidad, al menos en una sola persona, ya sería un éxito haber vivido. Y me ha dado por pensar en qué pensarían quienes me conocen si yo no amaneciera mañana, si por fin me llamara mi querido Padre Dios para hablar cara a cara.
No lo sé. No conozco a mis amigos -ni siquiera a mis familiares- hasta ese punto, y no es por negligencia mía, sino porque no me gusta hablar de esos temas que pertenecen a lo más íntimo de cada persona, incluida yo.
Desde hace relativamente poco tiempo he descubierto mi lugar en el mundo y cada día soy más consciente de que lo que haga o diga tiene repercusión en mi alrededor, razón por la que tiendo a callarme cada vez más, no vaya a meter la pata y a llevar a alguien a algún lugar donde no deba estar. Sí es cierto que, como dijo el mismo Jesucristo, de lo que abunda el corazón habla la boca y por esa razón sé que se me nota de lejos que soy feliz, sobre todo si mi interlocutor me está mirando cuando hablamos.
Mirar a los ojos. Un ejercicio que, por desgracia, se está perdiendo. Ayer vi un experimento en el que a una serie de personas les hacían mirarse a los ojos durante cuatro minutos; parece poco tiempo, pero se les hacía una eternidad. Probad a hacerlo, veréis cómo os sorprenden los resultados. Lo digo en serio.
Ir por la vida es el ejercicio que hacemos todos y cada uno de nosotros, pero no nos paramos a pensar en cómo lo hacemos, qué actitudes llevamos, si vamos cargados de prejuicios hacia lo que no conocemos, y eso hace que nuestro caminar sea lento y pesado, por soportar una mochila tan cargada en la espalda.
Quizá seamos de los que pensamos bien de los demás, vamos a corazón abierto y nos dan cada estacazo que tirita el Señor, pero no podemos -ni queremos, al menos yo no quiero- cambiar porque perderíamos nuestra esencia si nos cerramos en banda a los demás. Ir así, de buena por la vida, puede traerme problemas -seguro- pero es lo que de verdad me hace feliz, ser natural y sin dobleces con los demás. Lo que ves es lo que hay, sin recodos ni rincones oscuros. Luz y viento fuerte que peina la cara y te obliga a cerrar los ojos para disfrutar aún más de él. Si tuviera que definirme con una voz, sería fuerte y clara, como la de la Streisand (qué envidia me da no cantar así, oye), que cuando suelta una nota alta te llena el alma.
¿Qué dirían de mí? No lo sé y tampoco me hace perder el sueño. Sé que cuando me vaya de este bendito mundo (que conste que no tengo prisa por hacerlo) dejaré un hueco en muy poquitas personas, pero son las mejores que puedo tener a mi lado. Ellas ya saben quiénes son y cuánto las amo; desde lo más profundo de mi alma.

Comentarios

Entradas populares