La elección

Muy difícil me ha resultado elegir esta mañana. Tantas maravillas, tanto regalo junto, me ha desbordado, lo confieso. Llevamos ya días de lluvias, vendavales, tornados y demás fenómenos atmosféricos un tanto desenfrenados y eso nos trae un poco de coronilla a propios y extraños. Esta mañana parecía que no sería una excepción, cuando oía el repiqueteo de la lluvia sobre mi cancela. Otro día más de lluvia, paraguas, etc.
Cuál no ha sido mi sorpresa cuando, al doblar la esquina, me he encontrado con... ¡niebla! una luz opaca lo llenaba todo y una gran y espesa nuble blanca caía sobre la Catedral, al fondo de la imagen, como la corona de la obra maestra. Indescriptible la emoción al ver semejante belleza. He sacado el móvil y he hecho un par de fotos que, ni de lejos, hacen justicia al espectáculo que había ante mis ojos. Según iba subiendo por la calle, la imagen iba mejorando, veía más detalles de cómo la nube iba abrazando las piedras de la torre, la perspectiva iba cambiando... y empezaba a llover, justo cuando iba a hacer la foto definitiva... paraguas abierto móvil en una mano... tembleque supino... ¿qué hago? ¿lluvia o foto?
Difícil elección: no me hacía gracia mojarme y tampoco quería perderme tan magnífica instantánea. Pero ahí estaba quien lo soluciona todo, el que te da la nota que te falta, la idea luminosa. El tema no era sólo la Catedral, sino el conjunto: la belleza de la Carrera, con el suelo empapado y brillante, esos reflejos, esa luz tan especial que genera una mañana recién estrenada y llena de niebla. Ahí estaba la foto, no en el fondo, sino justo delante de mis narices. A pesar del paraguas abierto en la mano, no ha sido tan difícil hacer la otra foto, esa que ni se me había ocurrido, la que más me gusta de todas. La consecuencia de la nube en el suelo.
Cuántas veces nos empeñamos en lo que nos parece estupendo y resulta que la solución mejor para todos está mucho más cerca de lo que nos pensamos. Somos tan testarudos siempre, nos cuesta tanto trabajo dejarnos ayudar, que así nos va la vida y muchas veces nos pasa como a las moscas, que no paramos de dar cabezazos contra el cristal, queriendo salir al exterior sin abrir la ventana ni buscar otra salida que esa que nos parece tan estupenda.
Y es que muchas veces hay que dar un par de pasos hacia atrás para ver el tema con perspectiva, para hacernos una idea más completa de lo que en realidad ocurre antes de poner manos a la obra. Es bueno pensar antes de actuar cuando se trata de tomar decisiones, no hacerlo a la ligera ni tampoco a la tremenda, aunque a veces no haya más remedio porque se trate de cosas realmente urgentes que hay que solventar al momento.
La elección, la crisis dicho literalmente, según su significado griego, no es nada negativo. Las decisiones nos hacen avanzar o retroceder, también son las responsables de nuestro crecimiento personal. ¿Os acordáis cuando erais niños, que después de pasar unos días con fiebre habíais crecido unos centímetros? Pues ahora que ya no crecemos físicamente (a no ser a lo ancho), igual ocurre con nuestro ser personas: nuestras acciones son las que nos van definiendo y haciendo crecer, o no, y esa es la talla que mostramos a los demás y que, queramos o no, se ve desde lejos, igual que mi Catedral se veía esta mañana.
Acaba de empezar este martes y me esperan muchas decisiones a lo largo del día; cuando caiga la noche haré el balance de la jornada, y seguro que mi alma habrá crecido unos centímetros, al menos eso espero.

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