In the rain

Canta Rod Stewart "Septiembre bajo la lluvia", una preciosa y alegre canción de las que me gustan, con mucho swing y mucho flow, con ese ritmo que me obliga a balancearme aun escribiendo en el ordenador y que mis dedos casi lleven el compás de esas baquetas suaves que suenan de fondo.
Septiembre bajo la lluvia es de lo más romántico que una se puede echar al corazón, pero no por eso es la única fecha de esa hechura; cuando el amor está en tu alma siempre es septiembre bajo la lluvia.
"Llévame a la luna", canta ahora, en otras palabras, toma mi mano; en otras palabras, bésame... imposible una indirecta más directa de unos ojos a otros, en otras palabras, por favor sé mío. En otras palabras: te amo. Una declaración que cumple todos y cada uno de los cánones y con nota. Así me he levantado hoy, no cursi, pero sí consciente del amor que ronda mi alma y mi vida; ese amor del que siempre hablo y que palpo en cada momento que respiro (otra canción preciosa, por cierto).
Ese amor por el que siempre he estado suspirando y esperando, que me llevara en volandas hasta el séptimo cielo sólo con un guiño de sus ojos, que me hiciera sentir segura y en casa; mi refugio para siempre, mi certeza absoluta de ser única para alguien que me ama tal y como soy, con mis pros y mis contras.
No se puede ser más feliz que cuando toma una conciencia de que se es profundamente amada, muchísimo más de lo que jamás seré capaz de corresponder. Y me ama porque sí, porque le da la gana, porque un día me preguntó si me atrevía a quedarme con él y a compartir mi vida entera aquí y después, cuando empiece la buena. Apenas me lo pensé y desde aquel día siempre camino por el lado soleado de la calle (como ahora canta mi amigo Rod); también yo solía caminar siempre bajo las sombras, tristona, ojerosa y mirando al suelo, hasta que le conocí, o, más bien, le re-conocí y mis ojos de suelo pasaron a ser de cielo y crecieron, se hicieron grandes como platos cuando descubrí su mirada fija en mí y su sonrisa iluminando todo lo que me rodeaba.
Se terminó la lluvia, pero la mala, esa que te pone depresiva y casi neurótica. Ahora cuando llueve es un agua alegre, revitalizadora, que ayuda a que mis plantas crezcan verdes y fuertes. También mi amor crece con esa lluvia, con ese amor que derraman los cielos sobre mí y que cada día me ayuda a ser mejor persona. Porque ese es el secreto del amor verdadero: que te hace mejorar y crecer mucho de dentro afuera y por eso se me nota en la cara, en el modo de mirar, en que siempre estoy cantando (bueno, ahora no puedo gracias a una estupenda afonía que arrastro desde hace semanas, pero todo pasa, hasta esto).
Moonriver, ese barco que lleva dos vagabundos por el río, con aires de melancolía al son del gran Mancini, también me lleva a mí a donde mi amor quiera, porque voy con él y mi agenda, como todo en mi vida, está en sus manos. Hasta el mismo fin del arcoiris iré con él, a ver si over the rainbow me encuentro a Dorothy y el camino de baldosas amarillas.

Comentarios

Entradas populares