Las más duras

Sí. Ya lo sé. Sé que Dios permite que ocurran las batallas más duras y que sean los mejores guerreros quienes las libren. Hasta ahí, todos de acuerdo. Pero, sólo una pregunta que sé que no tendrá respuesta, al menos no ahora: ¿Es necesario que una guerra dure tantos años? ¿Que, batalla tras batalla, la fe de una única criatura sea puesta a prueba? Por más criaturas que estemos a su lado, rezando y pidiendo por ella y sus demonios sueltos dentro y fuera de su alma, se hace muy cuesta arriba, muy, pero que muy duro verla sufrir de esa manera. Y ella, dentro del inmenso dolor que supone cada carga del enemigo, es capaz de sacar una sonrisa y de hacernos sonreír a quienes estamos a su alrededor.
Hay un verbo en griego clásico: "hypomeno", que descubrí hace muy poco tiempo gracias al Papa Francisco y su exposición del "Himno a la Caridad", de San Pablo. Es un término que se usa en lenguaje militar y alude a la posición del guerrero en el campo de batalla (imaginad, s. V a.C., por ejemplo, en la Guerra del Peloponeso): los pies bien clavados a tierra, buscando todo el apoyo posible; blandiendo el escudo frente a sí y con la espada o la lanza preparada para recibir al enemigo, que se acerca a toda velocidad contra él. ¿Ha quedado claro? Pues ahora, lo actualizamos y os pido un soberano ejercicio de imaginación.
Ese erguirse ante lo que viene hacia una como un mercancías lleno cuesta abajo; ese apretar los dientes y cerrar los ojos para así no moverse del sitio cuando llegue el golpe, lo llevo viendo muchos años en una única persona, así. Enhiesta como un faro, aguantando una, otra galerna, huracanes, brisas marineras y ahora, de nuevo, otro huracán fuerza cuatro como poco... ¿Qué te sujeta al suelo? ¿Qué tienes en tu alma para no perder el juicio? ¿Me lo puedes enseñar?
Siempre te he admirado, desde que recuerdo (y muchas veces te lo digo de broma y nos reímos juntas mientras bajas los ojos y te medio ruborizas). Hoy tengo otra razón más para dar gracias a Dios por ti y por los años que llevamos siendo hermanas; hoy un poquito más juntas en esta nueva batalla que te ha tocado librar.
Dice San Pablo que la Caridad (el amor pleno, sin apellidos) todo lo soporta (panta hypomenei), pero como el soldado que acabo de describir; nada de resignaciones que amargan la vida propia y las próximas al amargado en cuestión. Todo lo soporta porque es la verdadera fuerza que nos hace levantarnos cada día y afrontar la mañana con una sonrisa en la cara. Ese Amor que habita en nosotros desde aquel día en que le abrimos las puertas de nuestro corazón y se quedó con nosotros, conmigo en concreto. Él tiene grandes planes para ti, pero no de los que lucen; poco a poco me voy dando cuenta de que tu misión es ser ejemplo de entereza, de tirar adelante contra viento y marea, porque sabes en el fondo que ése es tu sitio en el mundo; dejarnos apabulladas y admiradas porque siempre tienes la solución en la boca y el buen consejo presto para salir y ayudarnos, y todo eso en el más absoluto de los silencios.
También dice San Pablo que el Amor todo lo espera (panta elpizei), pero no sentado en la puerta, sino con esa actitud de que si quieres algo, si esperas algo de verdad, te pones las pilas y vas a buscarlo. Y también te he visto hacer eso muchas veces, con y sin ganas. Todo lo cree (panta pisteuei), porque cree en las personas, como tú en mí -y hasta más que yo misma-. Todo lo disculpa (panta stegei), como tú me enseñaste a hacer sólo al recomendarme una preciosa película que me marcó para el resto de mi vida. Y termina San Pablo diciendo que el Amor no pasa nunca. Y es cierto, por más años o más distancia que pueda haber entre tú y yo, eso son términos relativos (tiempo, espacio, metros o kilómetros), porque el amor no conoce dimensiones porque no las tiene, es eso indescriptible que nos envuelve, nos plenifica, nos ayuda a escribir, a coser, a aconsejar un maquillaje o unos vaqueros, o mil cosas distintas, nos da fuerza para sonreír aun cuando nos muramos por dentro (smile, though your heart is aching, smile even though it's breaking, do you remember?). Es el Amor quien mantiene los pies del guerrero anclados al suelo para permanecer en pie durante la batalla, defendiéndose y también atacando al dolor que nos muerde por todas partes. Sólo el Amor nos mantiene en pie; sólo el Amor me está llevando por las teclas; sólo el Amor nos hizo conocernos hace muchísimos años; sólo el Amor es capaz de que tú seas como eres y de que yo sea como soy. Sólo el Amor será lo que al final permanezca. ¡Qué suerte que tú y yo le hayamos conocido! ¡Qué suerte que lo compartamos! ¿Suerte? Más bien Amor, Él, en persona, en ti y en mí, entre las dos. Siempre.

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