Memoria agradecida

Mientras suena "La sombra de tu sonrisa" en el siempre sensual y nostálgico Kenny G, me recuerda Facebook una foto con mi hermana del alma y de fatigas canónicas, en la preciosa facultad de Filosofía y Letras de Pamplona... Orgullo de ser de letras. Y también de tener una vida absolutamente maravillosa, puro y real regalo de Dios, a quien, casi como S. Agustín, tuve que decir aquello de "tarde te encontré", pero que, al fin y al cabo, ya estamos juntos de nuevo y para siempre. Porque le llevo -y ahora le toca a Cole Porter- under my skin, bajo mi piel, en mis entretelas más interiores; en ese lugar donde vas pero no vuelves porque no te quiero dejar escapar. Si Dios es celoso, yo lo soy también, y con los poderes de la tierra, es decir, a lo bruto, sin miramientos. Soy muy posesiva con un amor como el suyo porque es incondicional, porque me quiere porque sí y porque yo también lo quiero porque sí, porque me da la gana, porque me ha mirado a los ojos y me ha conquistado entera y completamente.
No sé qué será de mi vida en la tierra ni siquiera dentro de una hora, pero si por azares del destino, o porque a Él le dé la gana, apareciera un hombre que de verdad me quisiera tal y como soy, con mis continuas locuras y sorpresas y al que yo amara todo lo profundo que puede hacer una mujer en esta tierra, yo seguiría siendo igual de posesiva y seguiría estando igual de enamorada de mi Dios que ahora, o incluso más. Porque el amor crece con el tiempo, también madura, pero sobre todo crece y, cuando se cultiva, lo hace exponencialmente. Un amor sin reservas es una "inversión" de las mejores que se puede hacer. "Ama y haz lo que quieras", dice S. Agustín y es cierto: si amas, no harás nunca el mal, porque no eres capaz de hacerlo; el amor de Dios te da una capacidad infinita de empatía con los demás, eres capaz de ponerte en sus zapatos, por rotos que estén, por desesperados de la vida que sean o parezcan, aunque te digan "no te preocupes, que no tengo solución". No. Nadie está perdido hasta el último momento, siempre hay posibilidad de vuelta atrás, queda ese brillo verde, en lo más profundo de esa caja de Pandora que es nuestra vida, con todos los males sueltos, volando y revoloteando por encima y alrededor de nosotros.
Memoria agradecida por todos y cada uno de los milagros que cada día descubro en mi vida y que son todos hechos por Él en mí. La huella de su amor en mí es mi eterna sonrisa, sin sombras por más nublado que esté el sol (él siempre está, aunque lo tapen las nubes). La huella de su mirada, esos ojos clavados con ese brillo tan especial en mi alma es la que me hace consciente de mi ser hija querida, amada y mimada por el. Nada hay en el mundo que me llene tanto como Él, como su amor y su dedicación a mí como si fuera la única criatura del mundo. Me ama y me llama por mi nombre, me conoce y me ayuda en todo, y últimamente se lo está currando a base de bien, con los líos en que me meto yo sola y de los que me tiene que ayudar Él a salir. ¡Cuánto me amas, Dios Santo, cuánto me amas!
Una gran sonrisa se dibuja ahora mismo en mi rostro mientras termino esta entrada de hoy, surgida -como siempre- a partir de la música, ese don que valoro tanto, que me ayuda tanto a entrar en conexión con Dios cada mañana desde que me levanto y que también se viene conmigo a dormir. Me levanto y me acuesto con música en la cabeza y a veces en los labios. "Quien canta bien, reza dos veces", decía S. Agustín. Con él termino dando gracias de nuevo a Dios.

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