El segundo fantasma

Hay que ver las que te gasta el silencio. Hoy, día primero de 2018, se puede tocar a mi alrededor, hasta me daba reparo levantarme no fuera a despertarlo y a romper la magia del instante en que parece que soy la única habitante del mundo con vida.
Después de mi ejercicio matinal, me he dispuesto a desayunar como está mandado en un día de fiesta: pijama calentito y nuevecito, bata y mi café mañanero, ése que abrazo con las dos manos y me hace sentir el confort de estar en casa hasta rebullirme dentro de mi bata; el que me hace dar gracias a Dios por el nuevo día y, ya despierta, ponerme en sus manos para lo que Él disponga, que en eso de llevarme la agenda tiene mucha mano.
Mientras estaba tomándome ya el postre (sí, yo tomo postre con el desayuno), me ha venido la inspiración para escribir y aquí estoy. No ha sido nada muy sesudo ni intelectual en estas horas de la casi madrugada, pero sí una reflexión con mi querido Dickens de fondo, de ahí el título.
Pensaba en los tres fantasmas de Cuento de Navidad; el que más miedo da al avaro Scrooge es el del futuro, a mí no me da tanto pavor ese cuanto el segundo, el de la Navidad presente. Todo ha venido por mi flor de pascua, ya perdiendo hojas a mansalva (los fríos de mi cancela son crueles), hoy ya es día 1 y hace una semana de Navidad... ¡qué rápido pasa todo!
Será la edad la que ya me va condicionando a la hora de calibrar y medir mi tiempo, pero veo cómo se deslizan los momentos entre mis dedos como agua, soy cada vez más consciente de que, como el segundo fantasma, me voy ajando minuto a minuto, que se van yendo oportunidades por instantes y que, a mis taitantos, me doy perfecta cuenta de que aún me queda mucho por vivir y por sentir y por tocar y por leer y por cantar y por hablar y por...
Filosofía temporal para comenzar el año; filosofía sin tristezas ni angustias porque sé que soy dueña de mis elecciones y que estoy dispuesta a afrontar las consecuencias que tienen en mi vida. Difícil tema el de los efectos primarios y secundarios de cada decisión, aún más los daños colaterales que puedan traer consigo, porque no todos los que conozco sopesan con inteligencia las opciones que hacen en su vida. Pero eso será tema de otro post, no de este.
La Navidad presente toca a su fin en casi todo el mundo, también en el mío. Las fiestas hasta Reyes son una prolongación de la agonía de las luces de colores y, por desgracia, también otra invitación a gastar más y más olvidando el verdadero fondo del tema.
Se va este tiempo, el de hoy, el fresco del día sin congelar, sin conservantes (¡ay, madre, qué verdad más grande!) y sin colorantes. El fantasma gordo y orondo, sonriente y feliz, se va quedando mustio y descolorido en sólo veinticuatro horas... Pero, hasta que terminen, son mías para sacarles el mayor partido posible, para amar a los que me rodean, para repartir alegría, sonrisas, besos y abrazos al por mayor. Mías para siempre, porque se quedarán conmigo, en mi mochila de los recuerdos, tejiendo junto a los que ya están ese precioso patchwork en que se ha convertido mi vida.
Una cosa más: Feliz Año Nuevo "¡y que Dios nos bendiga a todos!" (Tiny Tim, dixit).

Comentarios

Entradas populares