Desconchones

Esta mañana he tenido una gratísima sorpresa cuando iba a comprar el pan. Dice el refrán que a quien madruga, Dios le ayuda; es estrictamente cierto. Hay un enorme andamio en una calle estrecha que apenas deja pasar a las personas, de forma que, como la obra va para muy largo, han instalado luces debajo de él para que los sufridos viandantes no nos matemos al pasar por debajo, pues ha terminado por ocultar la poca luz que entraba en la calle.
Pues, como empezaba diciendo, al pasar esta madrugada, a eso de las ocho menos algo, he visto que alguien había puesto un espumillón amarillo con una bola roja en unos cuantos de los espacios. No me he podido resistir y le he hecho una foto para mi instagram y, de inmediato, me ha venido la inspiración y aquí que estoy con mis teclas y mi alma saltando tan a borbotones que estoy que no doy una con un teclado archiconocido para mí.
El brillo del espumillón y la bolita contrasta mucho con el fondo de la fachada, casa vieja, poco cuidada y en proceso de reforma tamaño buque; pues resulta que también somos un poco así en la vida. Hoy, todos ponemos nuestros mejores morritos, sonrisas y expresiones parecidas para las fotos de perfil en las redes sociales, sean las que sean, y ocultamos todo lo posible los desconchones porque, entre otras cosas, muestran lo frágiles que somos y, como dice la canción, antes muertos que sencillos.
Pero resulta que la Navidad va de desconchones, de esos pobrecitos que necesitan algo tan brillante y hermoso como la esperanza. Hoy, 18 de diciembre, justo una semana antes de la Navidad, es la fiesta de Nuestra Señora de la Esperanza (o de la O, o de la Expectación, como se prefiera) y esto me lleva a lo que celebramos en estas fechas: la espera de una joven embarazada en el último mes de gestación, deseosa de ver la cara de ese hijo que espera, feliz porque va a traer una vida al mundo; pero en este caso, no va a traer "una", sino "La Vida" al mundo. María nos trajo hace muchos años a Jesús, al Hijo de Dios, a la Palabra hecha carne de nuestra carne, que pasó y pisó nuestra tierra, este bendito mundo que, poco a poco y sin hacer nada, nos estamos cargando física y espiritualmente.
La Palabra vino al mundo y el mundo no la acogió, dice San Juan en el Prólogo de su Evangelio (mi favorito, dicho sea de paso). No la acogió entonces porque no era cómodo seguir su consejo; no la acoge ahora porque no sólo es incómodo, sino que no es comercial, no vende nada, no produce nada que se pueda comprar porque su mensaje habla de regalar, más aún, de regalarse al otro, de entregarse por el amor desinteresado a los demás.
El Amor que nació en Belén hace dos milenios nos dejó un mensaje muy sencillo y, precisamente por lo sencillo, complica mucho la vida de aquellos que queremos acogerlo, que le hemos dejado anidar en nosotros y enraizarse con fuerza. Ese Amor que me hace levantarme cada mañana con una sonrisa y un "¡A ver qué aventuras nos trae este día, que me has regalado!".
Ese Amor que fue misericordia con los que le rodearon y se ha quedado a vivir entre nosotros para enseñarnos a ser misericordia con los demás. Mucho ama aquel a quien se le ha perdonado mucho. Eso es un axioma, si no, probad a perdonar sin guardar cuentas a todo aquel que os gasta una faena, sea mayor o menor, y veréis cómo se expansiona el corazón, se amplía el alma y la paz reina en vosotros.
Desconchones tenemos todos en el alma (que levante la mano el que esté libre de sufrimiento propio o adquirido) y Jesús es el que nos restaura como la casa de la que hablo: desde dentro hacia afuera. Al revés es cerrar una herida en falso; desde dentro se va rehaciendo el corazón, con un cemento que jamás se resquebraja y que se llama gracia de Dios, que se llama Amor absoluto, sin fisuras ni condiciones. Desde dentro sale la alegría por mis ojos cada día al despertarme; desde dentro desbordan mis labios en sonrisas continuas y en risas con mis amigos y mi familia... Imposible describir el amor cuando se siente de esta forma tan apasionada, tan profunda y arraigada como está en mí, que no paro de cantar ni de bailar incluso antes de irme a la cama... No se puede ser más feliz que cuando uno se siente plenificado, lleno y rebosante del mejor Amor del mundo mundial.
No se puede ser más feliz en los días en que se celebra que el Creador del Universo, Aquél que no cabe en ninguna parte por su propia infinitud, se hizo débil en el seno de una preciosa joven.
¡¡FELIZ NAVIDAD!!

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