Todo el mundo me habla

Pero no me entero de nada de lo que dicen, sólo quedan ecos en mi mente; me miran pero no puedo ver sus caras, sólo la sombra de sus ojos... Así comienza una de mis canciones favoritas de películas. Pertenece a Cowboy de medianoche y recuerdo más la canción que la película. No puedo escucharla sin que se me erice el cogote y no entiendo la razón, quizá la pura y simple belleza de la melodía de fondo, que me hace palpitar el corazón al mismo ritmo de tren que lleva ese backstage que la soporta; un tren de sentimientos que me recorre por entero, que llegan desde fuera y me obliga a dejar volar mi imaginación a donde ella quiera ir, por lejos que sea, subida en ese falsete del cantante y sin atadura alguna.
Todo el mundo me habla, como a veces ocurre dentro del barullo de la gente que hay alrededor en un lugar abierto y, de repente, ves a alguien que te deja en ese estado: todo se suspende, las voces se callan de repente y sólo ves a esa persona allí, ignorante de que la estás observando, vigilando cada movimiento, intentando comprender qué ha sido, qué tiene, por qué te hechiza de esa manera.
Todo el mundo me mira como estoy, parado, quieto, mirando fijo hacia un punto; sé que hay muchos ojos pendientes de mí, porque comprueban que estoy completamente absorto, fijo en ti, no sé por qué, no me preguntes qué me pasa, porque yo tampoco soy capaz de explicarlo, pero es un hecho.
Ni los oídos funcionan, los ojos están ensimismados en una única vista y todo el cuerpo se pone a funcionar en una sola cosa: conseguir fijar ese momento en la mente, tatuarlo en lo más hondo del alma, para evitar que se acabe. Convertirlo en eternidad, pase lo que pase, porque no volverá a darse de nuevo.
Y el tren sigue su viaje, con su ritmo frenético y cansino en sus ruedas y en su paso por los raíles; yo sigo montado en él, pero queda en la retina esa imagen tuya, allí, tranquila y a tus cosas, sin saber que alguien te ha visto y jamás te podrá olvidar.
Everybody is talking at me... pero no me doy ni la más mínima cuenta de lo que me dicen, sólo quiero que este instante dure para siempre. No necesito nada más, sólo mirarte, imaginar dónde iría contigo en este tren que ahora mismo galopa en mi alma, lejos, muy lejos, donde nada ni nadie nos hable ni nos mire durante mucho tiempo.
Sólo me hago una pregunta que intuyo sin respuesta: ¿quieres que paremos el tiempo?

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