La cita

"Pues allí donde el amor despierta, muere el yo, déspota, sombrío" (Freud). Esta es la cita que he leído esta mañana gracias a mi último Pedro conocido, una amistad cibernética y adorable que he encontrado en la virtualidad real de internet.
Pero a lo que voy, la frase tiene su aquel y, como una es especialista en darle vueltas a las palabras y a su preciosa cabecita, se me ha ocurrido contestarle que era cierto. Porque sí que es así esa cosa loca llamada amor, cantada en infinitas canciones y las que queden, pero que cuando le da por enfilarte, te pone la vida -literalmente- patas arriba, te cambia las escalas de valores, las percepciones, a veces incluso el prisma a través del cual interpretas la realidad que te rodea.
Enajenaciones mentales transitorias aparte (me refiero a la época bobalicona de las mariposas en el estómago, que no conocen de edades ni madureces), el principal pánico que produce el hecho de enamorarse de verdad de una persona es que el amor provoca salir de uno mismo, y...¡se está tan calentito y a gusto dentro! Cuesta la misma vida decidirse a dar el paso, aun cuando sabemos que será más positivo que negativo, que entregarse a esa persona que sabemos que también nos ama va a ser la mejor opción de la vida y que merece la pena el esfuerzo. Y es que el amor duele.
Sí, duele, y a veces sin piedad alguna porque es así, porque aceptar al otro tal y como es, con sus decisiones muchas veces discordantes con las nuestras, con esos gustos tan raros que tiene, con sus silencios, sus mutismos varios y todas aquellas cosas que vemos del otro y no nos acaban de gustar porque, simplemente, es distinto a nosotros, cuesta mucho esfuerzo. Dejar a un lado nuestro propio ego y poner al otro por delante es difícil.
Una elección dura y que hay que pensar con detenimiento, sopesando pros y contras del paso porque, el otro también tiene corazón y puede sufrir, y mucho. Una amiga mía me envió una frase que me encantó, precisamente referida a la posibilidad de que un hombre se enamore de mí de verdad y sea correspondido: "Cuídala, porque no sólo a ti te gusta". Y es absolutamente cierto.
En el tema del amor, el ego sale en estampida, huye porque no soporta que otro entre en tu corazón, porque es así de ególatra, egoísta y -con perdón- hijo único no acostumbrado a compartir, y, si algo tiene el amor verdadero, es que comparte todo con el otro: risas y llantos, bueno y malo, en resumen, la vida entera. No hay nada más maravilloso que enamorarse de una persona y que seas correspondido; esa conjunción de universos que provoca a menudo colisiones de estrellas, rayos, truenos y centellas, pero que hace que nada de eso se recuerde cuando se cruzan las miradas y se acercan los labios. Nada. Repito, nada, hay comparable a lo que existe entre un hombre y una mujer cuando se aman con los ojos abiertos y de par en par.

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