No tears, no fear

Es lo que ahora mismo me canta mi Rod Stewart de mi corazón, que ya forma parte de mi día a día como banda sonora de cada instante. Ni lágrimas ni miedo habitan ya en mi corazón; nunca más. He emprendido un camino que podríamos llamar de la felicidad desde la más profunda alegría de la que se sabe hija querida de Dios y va siempre de su mano a cada lugar de esta bendita tierra que pisan mis maravillosos tacones.
Ni miedo, porque nada malo puede pasarme yendo de la mano del amor, viviéndolo y respirándolo a bocanadas, a pleno pulmón y exhalándolo por donde quiera que voy. Incluso el golpe más fuerte que reciba o la decepción más profunda que sufra pueden empañar la alegría de mi corazón. Van a venir contrariedades, frustraciones, dificultades, problemas, obstáculos y demás sinónimos, lo sé y lo tengo ya asumido porque forman parte de la vida misma y de la condición de los otros, que no piensan como yo, no sienten como yo y, además, tampoco aman como yo lo hago. Pero, una vez encajado y asumido el golpe, levantada por enésima vez del suelo y sacudido el polvo tras el trastazo, continúo mi camino, a veces cojeando durante un tiempo, pero feliz porque quien más amo me ha levantado del suelo y me ha dado un abrazo de los que él sabe que me gustan, confortándome y consolándome.
Ni miedo, decía, ni lágrimas de las amargas, de las que duelen, de las que brotan en cada herida recibida de la mano que parecía amiga (las que más duelen y dejan cicatrices más feas y profundas), sino de las que brotan del corazón agradecido, amante y amado, de ese corazón que se asoma por mis verdes ojos; ese corazón que late en dos palabras, siempre esas dos palabras hacia aquel que se cruza en mi camino y que las sabe leer en mi sonrisa, en mi vivo ingenio, en mis palabras escritas o habladas.
Time after time I tell myself that I'm so lucky to be loving you es lo que canta ahora Mr. Stewart y vuelve a decir la verdad: soy muy afortunada de amar, amar a mi familia y a mis amigos y de hacerlo profundamente, volcada en lo que pueda ayudarles o en aquello que sé que les gusta y con lo que sé que son felices o, al menos, puede alegrarles el día. Tan afortunada que, gracias al amor, soy capaz de olvidar rápido aquello que me ha molestado porque siempre el amor es mayor que la afrenta y, al fin y al cabo, no sé lo que pasaba por su mente en aquel momento, ni la razón por la que actuó o me habló así. Cosa curiosa la amistad, que es más fuerte que el amor y aguanta mejor los golpes. Cosa curiosa y grande, maravilloso regalo de Dios y primer paso para enamorarse de verdad: primero ser amigos, pero de los de verdad, de ésos que aceptan una regañina porque saben que sólo tratamos de ayudar; cuando se es capaz de mirar a los ojos al amigo y corregirle -con cariño, eso sí- se da un paso muy importante. Yo lo he "sufrido" por parte de dos mujeres de bandera y, he de confesarlo, dolió y bastante. Pero al final terminamos en un abrazo y aún más unidas de lo que estábamos al principio. Cosa curiosa la amistad, que acepta lágrimas de todas clases, que las enjuga y consuela y también quita miedos, esos monstruos nocturnos de nuestra alma que se disipan en cuanto les da la luz del cariño de un amigo de verdad.

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