Muda

Otra entrada que empieza sin título. Hoy he tenido tantas emociones juntas que no sé ni por cuál o por dónde empezar. ¿Cómo describir el vértigo que se siente caminando hacia un sueño? ¿Y la sensación cuando te das plena cuenta de dónde te estás metiendo y del esfuerzo que va a requerir llevar a cabo tu ilusión más longeva? ¿Qué se puede decir a una persona a la que, de repente, en tres escasas semanas se le empiezan a cumplir deseos, incluso algunos de los que ella ni siquiera era consciente que estaban ahí?
Ahora acabo de escribir el título. Así estoy. No es afonía, es incapacidad total y absoluta de describir el estado anímico que ahora mismo vivo. Después de una mañana de excepcional estado de nervios y de unas descargas de adrenalina que ya las querría más de un deportista extremo, parece que me he quedado como un corcho, que ni siento ni padezco. Me he dado cuenta mientras estaba dando gracias en la Misa; el estado de nervios que llevaba encima estos últimos días ha desaparecido como por encantamiento y es como si algo que hacía muchísimo ruido se callara de repente. Esa sensación pero a nivel de estómago, esos nervios que te estrujan y te hacen sentir como si hubiera una pelota de ping pong saltando de un lado a otro de tu interior, han parado de repente. Quietos. En silencio.
Supongo que no hay cuerpo que resista mucho tiempo en ese estado y eso es lo que me ha pasado esta tarde, que ya no puede ser más locura concentrada en un cuerpo tan pequeño como el mío y, en un ataque de prudencia, sensatez y salud mental, han cortado los cables que llegan hasta allí o han hecho un nudo con mis terminaciones nerviosas.
Y es que esta mañana he puesto los pies en el suelo de mi sueño más querido. Hoy he conocido a un grupo de personas simplemente maravillosas, que se han desvivido por acogerme, por facilitarme la tarea que se me viene encima e incluso me han tratado como si fuera uno de ellos. Una, que no está acostumbrada a que cuando dice los estudios universitarios que tiene la miren como un portento de la ciencia, se ha quedado muda esta mañana. Sí, muda, ojiplática, pasmada, pillada, flipada. Cuando unos profesores universitarios me han dicho que yo soy quien tenía que darles lecciones a ellos por la base que llevo al ser filóloga y de Clásicas. ¡Sorpresas que me regala mi Padre del cielo!
Tantos años sin dar importancia a mis estudios, a mi capacidad intelectual y a mis posibilidades y vienen cinco profesores a los que acabo de conocer y me colocan donde nadie lo ha hecho antes. Y no sólo eso, sino que se ponen a mi disposición porque yo soy una alumna "especial"; el tener un trabajo al que acudir cada día me impide asistir a clase -como me encantaría hacer- y debemos llegar a un acuerdo que nos venga bien a todos. Pues nada, se han puesto poco menos que a mi disposición para horarios, temarios, tutorías, etc. y, además, ya tengo varios de los temarios completos para empezar a organizarme en casa. Ese será otro tema: horarios de estudio en casa, compaginados con lo que lleva consigo un hogar y el necesario descanso. Pero eso se lo dejo a quien me lleva la agenda, el que me estira las horas y los días hasta que me da tiempo a hacerlo todo. A Él, la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

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