Allí estaré

Es la canción que acaba de escuchar mi corazón, porque ha sido con él con quien he sido consciente de lo que estaba sonando en mis oídos. Reconozco que no son horas, pero si me aguanto este post reviento de mala manera.
No se puede ser más agraciada que yo en regalos de Dios, dados cada día a mansalva, sin peso ni medida. Llevo tres semanas en las que ni me creo lo que me está ocurriendo: mis sueños más antiguos se están haciendo realidad palpable, tocable y recognoscible en todos los ámbitos, modos y maneras.
Esos estudios tanto tiempo deseados y puestos a los pies del altar, siempre dejados al amparo de la voluntad de Dios -esa que antes no coincidía nunca con la mía- y confiando absoluta y ciegamente en su bondad hacia mí, en sus designios ocultos a mis miopes ojos pero abiertos de par en par a mi alma cuando se hacían realidad. Ya están aquí: una mega matrícula a la que debo hacer frente con fe, esperanza y caridad, muchísima caridad conmigo misma y también con todo lo que me rodea. Me esperan días largos y de mucho trabajo, pero ¿cómo no iba mi Padre Dios a pensar en ello antes que yo? Me lo ha solucionado sembrando mi camino de almas buenas y generosas, dispuestas a ayudar. La última hace cinco minutos: un e-mail de la secretaría del centro de Teología donde me he matriculado para tranquilizarme y decirme que ella se encarga de ponerme en contacto con profesores, temarios, bibliografías y todo aquello que pueda necesitar. ¡Gracias, Rocío, que Dios te bendiga siempre!
Antes de la última, una generosa reforma de mis competencias y horarios en el trabajo para que pueda tener tiempo de estudio también en el despacho y mi cabeza no se bloquee con temas ajenos a la tarea estricta de Notaría del Tribunal.
Hay más sueños que se van cumpliendo, uno tras otro, pero ya se dará cumplida cuenta cuando sean realidad visible, audible y entendible (yo y mis enigmas).
"Allí estaré" es una canción preciosa ("I'll be there" es su título original) de esperanza, de ánimo y de esas que cuando las escuchas parece que nada va a salir mal y que tienes pista para despegar. Sí, para despegar, porque de eso se trata mi vida ahora, llevo tiempo cogiendo carrerilla y ahora toca desplegar las alas y volar, volar tan lejos como me sea posible; conocer nuevos mundos, personas, modos y maneras. Aprender siempre ha sido mi pasión y ahora tengo tiempo, móvil y oportunidad para hacerlo y no morir en el intento, porque sé que no va a ser así. Aprender, con mis grandes ojos verdes abiertos de par y en paz para empaparme de todo lo que pueda acerca de mi Padre Dios, Uno y Trino, de la Iglesia, de la Escritura, y de todo lo que implica este ser cristiano mío. Dejo atrás lo que era una preparación básica y me empiezo a entrenar con los grandes, para comprender mejor y amar mejor y más profundamente a este Dios, Padre y Creador, que me puso en este bendito mundo hace cincuenta y un años, que me ha regalado conocer su amor divino y también el amor humano, que es un reflejo del suyo.
Gracias a su mano providente he cruzado mil tormentas y creo que hasta algún Mar Rojo que otro, pero no he mirado atrás, he sido buena chica y no he vuelto la vista porque no quería ser otra mujer de Lot o, peor aún, perder lo que ya había conseguido, como le ocurrió al desconfiado Orfeo, que dejó escapar a la mujer de su vida, la pobre Euridíce.
Sigo adelante, con mil interrupciones como la que ha motivado este cambio en el hilo y tono del post; así es mi vida, llena de tropezones, de personas que entran y salen de ella, de regalos de Dios en forma de otras personas, muy pocas y muy determinadas, que una vez entraron y decidieron quedarse en mi alma para siempre. Va por vosotros, sí, esos pocos que de verdad viviréis siempre en mi corazón. Que Dios os bendiga siempre y, ya sabéis que yo también estaré.

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