La carcajada

Mientras suena una smooth versión de Moonlight in Vermont hago recuento de lo que va del día (cinéfila hasta en mis expresiones, soy de lo que no hay) y me viene justo el final de la mañana, cuando se han acumulado todas las furias de mi inframundo particular y han estallado tras una desafortunada expresión que mis delicados oídos han tenido la desdicha de escuchar, y que no he de repetir aquí.
Con la tensión que genera el hecho de sujetar a la Hidra de Lerna con sus siete cabezas en uno de sus peores días de furia, y teniendo en cuenta que dicho especimen habitaba dentro de mi estómago, he vuelto mis dedos contra mis palmas, apretando inclemente e inmisericorde. Gracias a Dios no ha habido que lamentar desgracias personales, salvo la implosión de la hidra dentro de mi propia corporalidad.
Afortunadamente, no había nadie cerca y no ha pasado de una tormenta de categoría ocho dentro del vaso de agua que ya es mi capacidad de frustración. No ha habido bajas ni daños colaterales más allá de ratificarme en la certeza de determinados calificativos acerca de muy determinadas personas. Pero dejemos el decorado para centrarnos en lo esencial de la narración.
Resulta que cuando peor estaba, se me ha ocurrido mirar en facebook y me he encontrado una divertidísima viñeta del genial Forges, que he compartido con mi grupo de amigos especiales. De inmediato, uno de ellos ha contestado con otra no menos divertida y me ha hecho reír a carcajadas. Reír de verdad, a pleno pulmón y dejando salir toda la toxicidad del veneno de la hidra que se había expandido por mi cuerpo.
Una carcajada que ha disipado tinieblas y ha conseguido que el sol volviera a lucir a pleno kilovatio. Si no fuera por los amigos -los de verdad, digo- no sé qué sería de mi pobre persona. Me ratifico en que la risa es de las mejores medicinas que existen, gratis, sin receta y al alcance de todos. ¿Por qué no nos reímos más? ¿Por qué llevamos esa cara de mustios por la vida?
La risa permite hacer ejercicio a nuestra cara y genera muy buen ambiente donde quiera que estemos. Lo digo por pura experiencia: desde el momento en que aprendí a reírme de mí misma y de las cosas que me pasaban, todo se relativizó y los problemas dejaron de ser tan graves, tan serios y tan... Todo lo negativo perdió su poder y ahora valoro las cosas conforme ocurren, lo cual no es óbice para que me pille un rebote de vez en cuando, pero es que una es humana -a veces demasiado- y también hay ocasiones en que me fastidian aun sin quererlo.
La carcajada me ha traído de vuelta a casa, a ponerme a cantar y a darme cuenta de que, por más trabas o por más minas antipersona que siembren en el camino de mis sueños, no van a poder conmigo. Tengo un aliado que está por encima de ellos y (lo siento por vosotros, los envidiosos) creo que se ha empeñado en que salgan adelante sus planes respecto a mí y a mi futuro. Él está conmigo donde quiera que voy, día y noche, me abraza y me ama como yo jamás mereceré. Gracias a Él sigo en pie, firme, haciendo frente a lo que venga. ¿Que no puede ser hoy? Pues... ¡mañana será otro día!

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