Hoy

En el cansancio de una mañana angustiosa,
en la sensación de no saber dónde estás,
en la más profunda de las desganas,
cuando poco hay que te puedan decir,
menos aún que prometer,
porque no queda sitio para una mentira más.

Cuando ya estás mirándola a Ella,
ofreciéndole tu desolación
y tu dolor,
en ese momento, justo entonces,
un piano suena de fondo.

Y vuelves a vivir gracias a sus notas
que te levantan desde el suelo,
acompañando sus manos amorosas,
su sonrisa permanente de Padre
y su mirada de profundo amor.

“No es para tanto, ¿no crees?
mi Hijo lo pasó algo peor que tú.”
Y tiene razón.
Porque sólo por Él soy capaz de levantarme,
erguirme sobre mis tacones y amarle,
más allá de cualquier peso ni medida,
más allá del infinito de cualquier universo conocido,
más allá de mi más profundo abismo.

Y me encaramo en las notas del piano,
y veo que hay luz, que ya es mediodía en mi alma
y subo, y subo hasta su cara, y la beso,
y la acaricio, y le doy las gracias por estar,
por haberle conocido y por vivir en mi vida.
Y recuerdo que hoy, hace un rato, tuve a mi Amor
en mis manos, hoy especialmente tiernas
para recogerle, para amarle sin medida,
para desear vivir la eternidad con Él,
a su lado, mirándole eternamente a los ojos.
Y se me olvida todo
y ya no hay dolor
ni agobio
ni angustia
ni mentiras
porque la Verdad me ama cara a cara,
corazón a corazón,
pulso a pulso,

sin fin.

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