El punto más crucial

Es una de las más bellas canciones que he oído en mi vida, en inglés y en castellano. Pertenece al musical "El fantasma de la ópera" y hasta hace muy poco tiempo estaba eclipsada por "All I ask of you", una preciosa balada - declaración de amor de la pareja protagonista y una puñalada trapera en el corazón del fantasma al mismo tiempo.
Sin embargo, para mí, enamorada del fantasma (y consciente de ese detalle sin importancia de su afición por quitar de en medio a quien le estorba), la otra es pura pasión, seducción e hipnotismo magnético que emana en cada nota. En inglés se titula "The point of no return", el punto de no retorno, que es más exacto con lo que ocurre en ese momento de la obra: cuando el vizconde (Raúl) se da cuenta de que no las tiene todas consigo en eso de quedarse con la chica... Impresionante el juego de miradas durante la canción, las potentes voces del fantasma y de Cristine en contraste con las lágrimas que asoman en los ojos estupefactos y temerosos del joven aristócrata.
El punto de no retorno, ése que te indica que o sigues hacia adelante o caes sin remedio; ése que te muestra el camino que te espera, pero que exige de ti que dejes atrás lo que has sido hasta ahora y que te lances al vacío de una nueva aventura, sea del carácter que sea.
Ese lugar al que llegamos todos en un momento u otro de nuestra existencia, que nos pone en un difícil equilibrio y que nos obliga a escoger una dirección con todas sus consecuencias.
Allí llegué hace poco menos de un año; me advirtieron mis conocimientos, mi experiencia y mis ángeles de la guarda: "Si das el paso, deberás seguir adelante pase lo que pase. ¿Estás segura?". "Lo estoy", contesté mirando al cielo y pidiendo ayuda para lo que podría traer consigo. Y aquí me encuentro ahora, después de haberme desprendido de toda una vida que ya queda atrás, para formar parte del baúl de los recuerdos encajados y asumidos. En su sitio, dentro de mi pasado, que es donde debe estar.
¿Y ahora, qué? (otra canción, mira tú por donde). Ahora, queda la sensación de ir muy ligera de equipaje, con lo justo diría yo, para emprender una nueva aventura en esta oportunidad que Dios me regala y me ofrece: formación profunda y seria para mi trabajo, que me va a costar la misma vida porque ya no tengo los dieciocho de cuando empecé a estudiar, pero que seguro va a merecer la pena tanto en conocimientos académicos y doctrinales, como en conocimiento de personas, lugares y modos de trabajo, estudio y diversión.
Y también, cómo no, va a tener repercusión en mi mismidad porque, después de quedarme sola, de digerir esa sensación de abandono y de no saber de dónde venían los golpes, emergí, "resucité" solía decir. Salió de nuevo el sol, volví a reír, a salir con amigas, a conocer gente, a disfrutar a pleno pulmón de la vida, pero quedaba algo que me hacía sentir un tanto retraída a la hora de tomar determinadas decisiones, algo que me ataba aún a mi pasado. Hasta hoy.
Hoy se ha cerrado el círculo. Mi punto de no retorno se ha unido a la última página de aquel viejo libro, raído y corroído por malos recuerdos que consiguieron empañar los buenos, que también los hubo. El libro se cierra para siempre. No hay vuelta atrás ni voy a convertirme en estatua de sal. Lo que me queda por andar puede que sea menos tiempo, pero va a ser disfrutado a tope; estoy aprendiendo a amar apasionadamente todo lo que hago, veo, oigo y, sobre todo, lo que siento y lo que soy. He aprendido a quererme y a respetarme; piso fuerte en la vida, pero soy consciente de que no es gracias a mí, sino a Dios. Él me acompaña siempre, es mi brújula y mi amoroso Padre. Por Él di el paso y a Él doy gracias por haber estado conmigo en todo momento. A Él me encomiendo para la vida que me está por llegar y con Él quiero vivir la eternidad que me espera cuando me llame a su lado.

Comentarios

Entradas populares