El disparate

"Si grande es nuestra maldad, mayor es el amor de Dios". Así ha terminado esta mañana su homilía el sacerdote. El "disparate de la Cruz". Disparate,sí. Porque sólo un loco es capaz de amar así al hombre, al mundo que Él creó; sólo un amor sin medida posible pudo hacer aquel milagro: que Dios se encarnara y dejara toda su gloria para pasar por uno más, y uno, encima, de Nazaret ("pero, ¿de Nazaret puede salir algo bueno?").
El disparate de la Cruz. El Misterio del Amor hecho Don y Aceptación sin reservas, la oblación de Jesús -Dios y hombre verdadero- de una vez por y para todos.
Disparate de amor, porque sólo el amor es capaz de hacer disparates, y "quien lo probó lo sabe", como dice Lope de Vega.
Disparate de ternura en Belén, de acogida y perdón en Samaría, Cafarnaum, Betsaida... y tantos otros lugares: "Vete en paz", "tus pecados te son perdonados"...
Disparate de alegría después de la más absoluta decepción y oscuridad: "No está aquí, ha resucitado"... "¡María!... ¡¡Rabboní!!".
Disparates que hacemos los que te amamos, Jesús, disparates por Ti, porque te conocemos y te palpamos tan, tan cerca...
Cuando el amor es verdadero no hay distancia ni tiempo que pueda separar a los que se aman. Ahí está la grandeza, la disparatada grandeza del amor, que rompe límites de tiempo y espacio, que desaparecen porque no existen cuando los que se aman de veras están juntos ("polvo serán, mas polvo enamorado"). No hay tiempo ni espacio en el corazón, no puede haberlos porque no los tiene el amor.
Disparate de Amor el de Dios con nosotros, disparatada manera de enseñarnos a amar sin reservas, sin intereses, a fondo perdido para todos los siempres y no sólo a los de nuestro entorno, sino a todos los que se crucen en nuestro camino.
No hay medida en el amor, no es posible medirlo si es amor de verdad, porque el amor excede cualquier tipo de límite... no es que sean relativos, no; es que no entra dentro de lo mensurable. El amor no se puede calcular; aparece muy poco a poco dentro de ti, se va haciendo presente en pequeños momentos del corazón, que sientes que palpita un poco más fuerte por determinada causa o ante determinada persona, así casi sin sentirlo. Se va haciendo fuerte en el alma y va tomando posiciones en nuestro modo de conducirnos, de hablar, de escribir, en definitiva, de ser. La persona que ama de verdad -no sólo a los suyos- cambia indefectiblemente, porque su escala de valores se altera poderosamente y eso siempre repercute en el exterior: sonrisa permanente, siempre disculpa al otro, siempre cree -confía- en el otro, espera todo del otro porque sabe que puede llegar muy lejos y le anima a ello, planta sus pies firmes en el suelo y aguanta el embate de las olas... ¿no os suena lo que os estoy diciendo? Leed 1 Corintios, 13, ahí está la única manera posible de amar. El Papa Francisco lo explica estupendamente en Amoris laetitia, es decir, "la alegría del amor"; porque no hay mayor alegría que saberse amado y amar sin límites.

Comentarios

Entradas populares