Dindi (Lori Mechem)
Una dulce bossanova me mece el alma en este mismo instante,
cuando un mundo entero se despliega ante mí, invitándome a comer de él,
seduciéndome poco a poco, mirándome con esos ojos claros, profundos y serenos
que prometen mil paraísos en un beso, en una caricia, en un brazo que, suave,
lento y dulce, rodea mi cintura mientras me lleva flotando en la cadencia del
saxofón que suena de fondo… ven, mi niña, no temas, ven a mí…
Y es verdad que es así, que ahora es mediodía incluso de
madrugada, que siempre luce el sol en mi alma, que los duelos ya no lo son
tanto porque soy libre y soy feliz de hacer lo que me plazca con mi vida, con
mi ser, con mi entera voluntad.
Libre porque así lo quiso Dios, porque así me hizo -a su
imagen y semejanza- para dar de mí todo lo que sea capaz de dar, para amar
siempre a fondo perdido, a latido sin fin, para ser de Él en el cielo, y… en la
tierra, querida niña, ¿de quién serás?
Amor. Palabra de promesa y de verdad que a veces se torna en
quizás y mentiras de múltiples colores. Dolor que amarga el alma y la vida del
que se retuerce entre la desconfianza y la reserva de la no entrega.
Sólo entiendo una manera de amar y es a corazón abierto, sin
muros ni fronteras; darme entera y por entero, amar enseñando todo lo que soy y
lo que puedo llegar a ser si de verdad sabes amarme, si en verdad te entregas
como yo soy capaz de hacerlo. Sin fin, sin ligas ni ataduras, por siempre y
para siempre. Sólo entiendo esa forma de amar.
Si tú la entiendes también, te puedo esperar, puedo elegir
conocerte y luego, ¿quién sabe?
Pero, dejemos los interrogantes al que tiene todas las
respuestas. Sólo Él sabe mi futuro en la tierra y, ¿quién sabe si también lo
tendré en el cielo?
Suena el saxo de fondo, un ritmo de cálidas promesas, de
música nocturna (como la llama un muy querido amigo), que yo siempre escucho de
día, cuando estoy trabajando, cuando tengo que pensar, porque me ayuda su
arrullo a centrarme, a poner cada cosa en su sitio, en el lugar que le
corresponde. Es como si en las oleadas de notas que van llegando a mi alma se
fueran posicionando los sentimientos, las ideas, las decisiones: una tras otra,
bien puestas en su sitio y, de repente, la armonía se ve patente y todo cobra
sentido.
Música de bossa, soft y smooth, como se dice ahora, todo tan
inglés… pero es música suave, lenta y cálida a la vez que me transporta siempre
fuera de los malos humores y me ayuda a ver las cosas desde lo bueno que
tienen, porque todo es para bien. Siempre es todo para bien, para mejorar y de
cada caída siempre se saca una enseñanza.
Música, piano, saxo, una suave percusión de fondo, y mi
corazón que baila al ritmo de su son. Baila feliz y contento porque está lleno
de paz, de serenidad y, sobre todo, del Amor más grande jamás conocido.
P.D. El título es el de la canción que escuchaba de fondo. La recomiendo para todos los que leáis este post.
Comentarios
Publicar un comentario