Una palabra

Acabo de ver una película deliciosa, que tenía ganas de disfrutar tranquilamente. No me he quedado corta en las expectativas. Es ya antigua y, con toda seguridad, llevará al asombro a más de uno de los que lean esto y me conozcan (o quizá no, allá cada cual). Se trata de "Mr. Magorium y su tienda mágica", con Dustin Hoffman y Natalie Portman.
Aparte de la diversión provocada por la magia dentro de una tienda de juguetes, hay cuatro historias absolutamente geniales, cuatro vidas que se entrelazan y que cambian al conocerse entre sí. Pero no me voy a parar ahora a contar la película, recomiendo que se vea y se disfrute sin ponerle trabas a la imaginación, esencial para poder comprenderla en toda su dimensión.
Me ha hecho pensar muchísimo un diálogo entre los dos protagonistas. Sale a relucir a partir de una obra de teatro de Shakespeare: "El rey Lear". Resulta que cuando, en el quinto acto, muere el rey -y protagonista- lo único que el autor escribe es una palabra: "Muere." Ya está. La reflexión siguiente me ha llegado al corazón: lo que entristece no es el hecho en sí, la palabra ("muere"), sino toda la vida que se ha llevado hasta entonces. Y es así: la muerte -como dice Gandalf en "El retorno del rey"- es un camino por el que todos hemos de transitar, pero no es un estado definitivo, porque luego está la vida de verdad.
Claro que nos duele la muerte, incluso la idea de que algún día -espero lejano- nos tenga que tocar a cada uno de nosotros y de una forma diferente. Sin embargo, eso es un paso que hemos de dar; J. K. Rowling la presenta como uno de los "misterios" que se encierran en el Ministerio de Magia, una especie de arco del que salen voces y allí precisamente muere uno de los personajes principales al cruzar esa puerta.
Duele la separación, el no ver más a ese ser querido porque somos humanos, de carne y hueso, y es algo que va contra nuestra naturaleza. El instinto de conservación está ahí y tiene fuerza y reclama lo suyo. Pero, para los que tenemos fe, para los que creemos que estamos hechos para la vida, pero para la que se escribe con mayúsculas y es eterna, se trata de un salto al vacío para caer en el amor más puro, inmenso y profundo que jamás hayamos podido imaginar, para fundirnos en el Amor eterno que es Dios. Sabiendo eso, no se nos va a quitar el dolor, pero sí que lo vamos a asumir de otra manera porque algún día volveremos a vernos en el mejor lugar posible.
Para quienes se quedan, toca pasar página y dar tiempo al tiempo, llorar porque es necesario, ya que las lágrimas que no salen se vuelven veneno para el que se las traga, y es preciso pasar por ese duelo. Los amigos, los demás familiares son los mejores acompañantes para estos momentos difíciles; pero no olvidemos la fe, el Amor de Dios que habita en nosotros es el verdadero bálsamo del corazón.
Una palabra: muerte y otra frente a ella: Vida. La muerte es un camino, la Vida es la verdadera meta.

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