Tormenta de verano

Me encantan. Siempre he adorado las tormentas, con sus rayos, truenos y esa lluvia que cae con fuerza y salpica todo a su paso. En general, estoy enamorada de las fuerzas desatadas de la naturaleza: tormentas, volcanes... quizá sea ese el contraste con mi natural pacífico y paciente. Igual me ocurre en el terreno animal, que me gustan todos los bichos grandes y con muchos dientes: tiburones, cocodrilos, dinosaurios (los carnívoros, ojo), etc.
La pasión que transmite la fuerza desatada de la naturaleza me llega hasta lo más profundo del alma. Esa lluvia que golpea sin piedad el suelo, los cristales, que pica y repica, y sigue repiqueteando, incansable, marcando el ritmo a los truenos que la acompañan. Por el calibre de los que he oído, debe haber más de una tormenta sobre mi casa, porque han entablado conversación unas con otras y más bien parecían españolas, porque los gritos eran cada vez mayores...
La lluvia, finales de agosto, me embarga la emoción y la impaciencia porque el otoño cada vez llama con más fuerza a la puerta. La lluvia y el característico olor a tierra mojada que le sigue forman parte de mis más dulces y amados recuerdos; aquellas tardes del verano tardío, o quizá no tan tardío, sino que habíamos tenido tormenta y luego quedaba una preciosa tarde - noche de paseo, en la que mis padres, mi hermano pequeño y yo nos íbamos a la Alameda, a dar un tranquilo paseo, aspirando a bocanadas ese aire húmedo con esos olores tan del alma; después, un refresco en el antiguo "Hípico" y cuando ya caía la noche nos íbamos a casa, a aprovechar el fresquito que había aparecido después de la tormenta. Noches de humedad y fresco en las que dormía con la seguridad de estar en casa, feliz y bien protegida. Veranos antiguos en los que había tormentas...
La lluvia empieza a ceder, pero se oyen nuevos y jóvenes truenos; parece que ha llegado alguna tarde a la cita con las demás y está reclamando su momento de atención. ¡Ya va! ¡Ya va! También tú vas a tener tu tiempo, no te enfades. Truenos metálicos y fuertes, de adolescente enrabietado contra Zeus tonante, el padre del rayo, que ha empezado la fiesta sin él.
Sigue la lluvia, ahora más fina, y comienza a entrar en casa ese viento fino y frío que trae consigo, fresco para la noche, que será más que agradable. Lluvia del verano tardío, del preludio del otoño, que siempre me produce una inmensa sonrisa en la cara y una creciente alegría en el alma.
Otoño de 2017. Para mí ya has entrado, ya has empezado con la "vuelta al cole", mi incorporación a mi bendito trabajo, mi vocación, mi lugar en el mundo, mi vida entregada con alegría por los demás, para servir a todos los que se acercan a mí. Otoño de 2017, decía, quedará marcado para siempre en mi corazón. Los cambios se me juntan como las tormentas esta tarde; otra ha llegado y arrecia de nuevo la lluvia, repica en mi cancela y se ha hecho casi de noche; ¡esta es de las gordas!
Tres días de trabajo, tres jornadas a cuál mejor y más llena de alegría, de vida y de promesas cumplidas. No sé lo que Dios espera de mí cuando me está regalando tantas cosas, tan buenas y en tan poco tiempo... Talentos me concedió que apenas he podido explotar hasta ahora, hasta que me he dado cuenta de mi valía real, de todo lo que soy capaz de hacer con su ayuda. Esto es sólo el principio, lo que venga después, será como Él quiera que sea.

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