Evermore

Es el título de una preciosa canción que canta Josh Groban en la BSO de La Bella y la Bestia. Acabo de escucharla por segunda vez en español y, aunque siempre las traducciones en cuestión musical no acaban de ser muy conseguidas, reconozco que el tema es realmente precioso: el amor verdadero. Aunque la Bestia (sólo por fuera, que conste) haya renunciado al amor de Bella una vez que la ha dejado libre, se da cuenta de que siempre la tendrá a su lado gracias al amor que siente.
Y es que es así. Cuando un hombre está realmente enamorado de una mujer, cuando el amor que se siente hasta en los mismos tuétanos hace imposible concebir el mundo sin tenerla a su lado, sin ver sus ojos nada más despertarse cada mañana, cuando se es consciente de que lo único a lo que aspira es a que ella sea feliz y, por más que le duela en lo más hondo de su ser, la deja ir porque sabe que su absoluta prioridad es ella, no puede hacer otra cosa que dejarla marchar... Aunque se rompa por dentro, aunque sepa que no volverá a verla más.
Sin embargo, junto a ese inmenso dolor va apareciendo un germen de paz y de serenidad, porque es consciente al mismo tiempo de que las cosas deben ser así, que todo está bien, que es como debe ser y que es realmente libre del dolor porque la ve feliz. Así ocurre en la película, y también ocurre así en la realidad, cuando de verdad se es consciente de lo que implica el amor de verdad -y me refiero en esta ocasión al amor humano-, que siempre implica dolor cuando hay que dejar marchar al otro.
No hay nada más maravilloso que ese mágico instante en que dos miradas se cruzan y en el mismo momento se entregan dos corazones; el tiempo se para y no hay nada más que esos ojos que te miran fijos, clavados en el alma. Y, en ese mismo instante, todo el mundo, absolutamente toda la creación está parada, a la espera de ese beso, de esa palabra que ratifica lo que se dicen los ojos. Ése es el inicio de una relación entre un hombre y una mujer; el comienzo de algo que puede ser realmente hermoso y puede durar toda una vida si ambos se empeñan en ello, dejando todo lo que es accesorio y quedándose con lo esencial. Abandonando lo que nos hace bestias y quedándonos con aquello que nos convierte en seres humanos reales, imperfectos como humanos, pero capaces de las mayores proezas cuando se trata de amar al otro y de entregarnos por aquel o aquella a la que amamos de verdad.
Preciosa lección, preciosas lecciones más bien, las que salen de un relato tan hermoso. Quizá sería bueno tenerlo presente para nuestra vida: como dice la preciosa canción "la belleza está en el interior". Ánimo y aprendamos a amar de verdad, mucho más allá de lo superficial. Merece la pena, y lo digo por experiencia.

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