Como la última

Estoy viendo una divertida y deliciosa película titulada "The last holidays". No es la primera vez que la disfruto porque tiene un argumento que me toca el corazón: una humilde dependienta recibe la noticia de que le quedan pocos meses de vida. Tras el shock inicial, viene la negación y el enfado con Dios por la faena que le está gastando (así lo cree) porque ha conocido al hombre de su vida y tiene grandes expectativas para su vida, que va plasmando en un "álbum de posibilidades". El paso siguiente es liquidar todos los ahorros en unas vacaciones en una estación de esquí en Europa: su amor por la vida y su capacidad para disfrutar comida y demás actividades que le ofrece el hotel causa sensación no sólo entre los empleados, sino en un grupo de personas que sólo miran la superficie de las personas y de las cosas.
Me gusta la manera de disfrutar de esta mujer, cómo hace buenas migas con un chef de postín (genial Depardieu) y conversan sobre lo que de verdad importa y cómo el buen cocinero está hasta el gorro de los gustos extravagantes de aquellos que, por tener mucho dinero y pedir presuntas exquisiteces rayando en la estupidez supina, se creen mejores que los demás y unos exquisitos gourmets.
La vida es así, y así la concibo yo: un tiempo precioso y único que tenemos cada uno sobre esta tierra. No es lo que dejamos que nos pase, sino lo que nosotros hacemos con ese tiempo lo que de verdad cuenta; no son nuestras habilidades, sino lo que hacemos con ellas lo que nos define.
Tengo una amiga que me llama "disfrutona", porque cada acontecimiento que vivo en mi día a día para mí es un regalo, una oportunidad de ser mejor o de amar mejor a aquella persona que se cruza en mi camino. Llegada a esta altura de mi vida, no lo entiendo de otra manera. Cada momento, cada tarde, cada mañana y cada luna que veo en la noche las vivo y recibo como si fuera la última vez. De hecho, no sé si voy a amanecer mañana (es un regalo que agradecer a Dios cada despertar) y por eso vivo a tope cada día que se me regala.
Igual me ocurre con mis talentos: canto, bailo, río, escribo (mi mayor afición y condición)... todo ello desde y con el corazón. ¡Ah! Se me olvidaba uno de mis principales dones: cocinar, y aquí sí he de confesar que todo lo que sale de mis fogones lleva todo mi corazón en ello. Máxime cuando se trata de mis queridísimos amigos de "Benditas cenas".
Como si fuera la última, así se vive la vida. En todos los momentos y acciones de mi vida, con cada cosa que hago va mi alma puesta. Y, también he de confesarlo, se nota mucho cuando lleva ese "extra".
Se me olvidaba: el final de la película es bueno y dulce (es una comedia): el diagnóstico era erróneo y Georgia -así se llama la protagonista- encuentra el amor verdadero y consigue montar un restaurante, que era su ilusión mayor. En cuanto a los que comparten con ella las vacaciones, para algunos sí marcó la diferencia y enderezaron su camino; otros, sin embargo, continuaron por el mismo y no les fue demasiado bien.

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