Testigo del amor
Parece el título de un culebrón o de una canción cursi, pero es una verdad como un templo. Hoy me he dado cuenta de ello. En mi trabajo soy eso: testigo del amor. No había caído en la cuenta hasta oír hoy de labios de una persona esta frase: "Estoy aquí por la quiero; por ella hago esto". Me ha llegado al corazón, sobre todo porque conozco la historia por sus propios labios.
Es el lado hermoso de ese trabajo mío que algunos califican como horroroso, triste, terrible y otros epítetos de parecido significado y peor connotación. El hecho de trabajar en el tema de los procesos de nulidad matrimonial me ha concedido el inmenso regalo de ser testigo del amor: del que pudo haber sido, o fue, y del que nos hace mover montañas cuando es verdadero.
Es verdad que el amor es un sentimiento profundo que se instala en el corazón de la persona y que va evolucionando con ella; eso de "te quiero como el primer día" es falso y también es mejor que no sea así, porque dudo mucho que a los cuarentaytantos puedan ponerse los trajes del primer día. El amor debe ir madurando, y cambiando al mismo tiempo que lo hace la persona, y con ella la relación entre hombre y mujer, porque la vida va avanzando también y debemos ir al son del tiempo, no podemos quedarnos anclados en aquel pasado tan idealizado y hermoso que vemos y que entonces sí que es absoluta y enteramente falso, porque nos hemos aferrado a una idea y la vida ha seguido adelante sin nosotros, dejándonos como la mujer de Lot: hechos una estatua de sal, inamovibles y mirando hacia atrás.
Esta mañana he oído muchas cosas, pero esa frase me ha estado dando vueltas en la cabeza hasta hace unos momentos, poco antes de decidirme a escribir. En un mundo de desamores, rencillas, rencores y dolor, surge el amor de verdad, ése que nos lleva en volandas a descubrir la realidad de un beso, la profundidad de un abrazo y la hermosa plenitud de la entrega sin reservas a otra persona. Ese amor que es el que debería mover el mundo, el que nos hace pensar antes en el otro que en uno mismo, el de los pequeños detalles (ayer mismo lo hablábamos durante la comida mi amigo y yo), esos detalles que no se compran en ningún lado, sino que salen de lo más hondo del cariño sentido y vivido en hondura de calado: ese desayuno preparado porque sí, ese piropo sin venir a cuento, el beso robado cuando no se lo espera... Hace un par de semanas, durante la charla a unos novios que se estaban preparando para el matrimonio, les decía que sería bueno que instituyeran el "día del porque sí", ese día en el que "porque sí", te regalo una rosa y sé que no es tu santo, ni tu cumpleaños, ni el aniversario, ni siquiera es festivo; pero el amor es porque sí, porque me da la gana digo que te quiero para toda la vida, para vivir contigo esta hermosa aventura de lo que nos quede hasta que veamos el rostro del Amor en persona.
De ese amor, del bueno, del que todos querríamos experimentar al menos una vez durante nuestra vida, he sido testigo hoy. Doy gracias a Dios por ella y mi más rendida enhorabuena a la afortunada destinataria de tan hermoso don. Seguro que si ahora me pongo a hacer memoria, recuerdo muchos más días en los que también he sido testigo del amor. De ahora en adelante, estaré alerta para lo que pueda escuchar.
Es el lado hermoso de ese trabajo mío que algunos califican como horroroso, triste, terrible y otros epítetos de parecido significado y peor connotación. El hecho de trabajar en el tema de los procesos de nulidad matrimonial me ha concedido el inmenso regalo de ser testigo del amor: del que pudo haber sido, o fue, y del que nos hace mover montañas cuando es verdadero.
Es verdad que el amor es un sentimiento profundo que se instala en el corazón de la persona y que va evolucionando con ella; eso de "te quiero como el primer día" es falso y también es mejor que no sea así, porque dudo mucho que a los cuarentaytantos puedan ponerse los trajes del primer día. El amor debe ir madurando, y cambiando al mismo tiempo que lo hace la persona, y con ella la relación entre hombre y mujer, porque la vida va avanzando también y debemos ir al son del tiempo, no podemos quedarnos anclados en aquel pasado tan idealizado y hermoso que vemos y que entonces sí que es absoluta y enteramente falso, porque nos hemos aferrado a una idea y la vida ha seguido adelante sin nosotros, dejándonos como la mujer de Lot: hechos una estatua de sal, inamovibles y mirando hacia atrás.
Esta mañana he oído muchas cosas, pero esa frase me ha estado dando vueltas en la cabeza hasta hace unos momentos, poco antes de decidirme a escribir. En un mundo de desamores, rencillas, rencores y dolor, surge el amor de verdad, ése que nos lleva en volandas a descubrir la realidad de un beso, la profundidad de un abrazo y la hermosa plenitud de la entrega sin reservas a otra persona. Ese amor que es el que debería mover el mundo, el que nos hace pensar antes en el otro que en uno mismo, el de los pequeños detalles (ayer mismo lo hablábamos durante la comida mi amigo y yo), esos detalles que no se compran en ningún lado, sino que salen de lo más hondo del cariño sentido y vivido en hondura de calado: ese desayuno preparado porque sí, ese piropo sin venir a cuento, el beso robado cuando no se lo espera... Hace un par de semanas, durante la charla a unos novios que se estaban preparando para el matrimonio, les decía que sería bueno que instituyeran el "día del porque sí", ese día en el que "porque sí", te regalo una rosa y sé que no es tu santo, ni tu cumpleaños, ni el aniversario, ni siquiera es festivo; pero el amor es porque sí, porque me da la gana digo que te quiero para toda la vida, para vivir contigo esta hermosa aventura de lo que nos quede hasta que veamos el rostro del Amor en persona.
De ese amor, del bueno, del que todos querríamos experimentar al menos una vez durante nuestra vida, he sido testigo hoy. Doy gracias a Dios por ella y mi más rendida enhorabuena a la afortunada destinataria de tan hermoso don. Seguro que si ahora me pongo a hacer memoria, recuerdo muchos más días en los que también he sido testigo del amor. De ahora en adelante, estaré alerta para lo que pueda escuchar.
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