A las tres

Un nuevo bistró en el barrio ha sido la excusa perfecta para reunirnos a las tres. Tres hermanas del alma, reunidas por obra y gracia de Dios y convertidas en tres regalos simultáneos de unas para otras. Me ha parecido asombroso el modo en que ya nos conocemos, hasta el punto de ser capaces de conocer la reacción que va a tener una u otra ante una posible situación y la certeza de que todas estaremos al pie del cañón en cuanto sea necesario.
Las maravillas de la amistad, unidas a la intuición femenina son las responsables de tal grado de complicidad, hasta el punto de hacernos "temibles" para algunos de nuestros amigos varones, que ven, a veces con cierto temor por no decir miedo, cómo nos miramos las tres y cómo somos capaces de leernos la mente y saber qué estamos pensando las tres, y en tiempo real.
Tiempo compartido desde hace mucho tiempo, pero desde hace muy poco somos conscientes de nuestra unión "inexplicable".
Cada vez que nos reunimos, está garantizado un tiempo imposible de describir, por lo profundo de la relación, porque nos conocemos y compartimos cada vez más nuestras propias vidas entre unas y otras, dándonos consejos y ayudándonos a salir adelante en esta vida que a veces parece que nos puede, pero -eso sí- por separado. En cuanto nos reunimos, la cosa cambia y casi se podría decir que el suelo tiembla bajo nuestros pies. No hay nada como una amistad profunda, bien arraigada e incondicional entre tres mujeres. Eso, por no hablar de las risas compartidas, del sentido del humor y de las carcajadas que siempre suenan en nuestras reuniones.
Hace muchísimos años ya (hasta veintiocho) nos conocimos las más veteranas; más de diez que yo conocí a la tercera del grupo en mi trabajo y, por azares del "destino", resultó que las tres nos juntamos no hace tanto tiempo. Desde entonces, la vida es mejor, más bella aún y tiene una cantidad de aventuras que emprendemos juntas en unas ocasiones y, en otras, nos ayudamos a llevarlas adelante unas a otras.
Benditos regalos que Dios me hace, mejor dicho, nos hace y que son un signo más de su increíble amor por nosotras.
Él os puso en mi camino, siempre le daré gracias por ello. Como ya he dicho más de una vez, ni en mil millones de vidas tendría tiempo suficiente para agradecer todos los regalos que me ha hecho desde que soy plenamente consciente de su amor por mí.
Que Dios te bendiga siempre, Marina. Que Dios te bendiga siempre también a ti, Loles. Os quiero.

Comentarios

Entradas populares